Por: José Eliseo Baicué Peña
Hace más de 20 años José Saramago dijo que llegaría una sociedad en la que era posible ingresar a un supermercado, seleccionar algunos productos, ir a la caja y pagar, y retirarse con las compras hechas sin haber pronunciado una sola palabra.
Esto suena increíble, casi imposible, pensé cuando leí eso del escritor portugués.
Hoy, es una realidad fehaciente. Asistimos a un momento en el que casi todo funciona con el apoyo del internet y de las tecnologías. Estamos adentrándonos en una sociedad digital que impone el uso de nuevas formas acceso y aplicación.
En las compras, en el cine, en el restaurante, en las tiendas, en el transporte, en la academia, en las transacciones de todo tipo, funciona todo a través de la tecnología.
Y en aras de acelerar y facilitar los procesos me parece que está bien. Pero, en otras facetas estamos acelerando un nuevo modo de vida en el que ya no se habla, ya no se dialoga, ya no se mira a la cara ni se dan los encuentros persona a persona.
Estamos estructurando una generación muda, una crisis de la palabra hablada, vivaz y efusiva. Surgió la adición a los equipos inteligentes en los que se textea en lugar de llamar; el uso del WhatsApp desplazó las cálidas conversaciones de otrora.
Ha surgido un nuevo paradigma de comunicación. Toda una revolución digital de la mano de la cuarta revolución industrial. El internet de las cosas y mucho más está haciendo de las suyas.
Cada mañana al despertarnos en lugar de los buenos días, corremos a revisar el teléfono. Y, así nos vamos a la cama en la noche. Sin enunciar que a la hora de las comidas también lo tenemos muy cerca de nosotros para “ver” quién nos ha escrito.
Muy bien por la tecnología en sus debidas proporciones. Y para los usos precisos y justos.
Pero, que los jóvenes se estén convirtiendo en personas con pocas capacidades para mantener buenas maneras comunicativas más cálidas y amenas, no me parece.
Considero que es posible tener las dos. Para ello se necesita orientación de padres y adultos. Sé que es posible que suceda. Bienvenidos los adelantos digitales, pero, con mesura y uso debido. Jamás la tecnología deberá estar por encima de las personas.
Solo así podríamos ignorar lo que predijo Eisntein: Temo por el día en el que la tecnología sobrepase la interacción humana. El mundo solo tendrá una generación de idiotas.
