Por: GERARDO ALDANA GARCÍA
¿Frustrante?, podría no ser el término; sin embargo, tendría sentido si se tiene en cuenta que, las políticas de gobierno tendientes a estimular el acceso a la formación y educación tecnológica y profesional llevan cada semestre a la generación de miles de nuevos egresados de universidades e instituciones tecnológicas, quienes, una vez con el título en sus manos deben enfrentar la exigencia de las entidades del propio Estado y de las empresas privadas, respecto de la experiencia para optar a X o Y cargo. Desde el punto de vista de la empresa, sea privada o pública, le asiste el derecho y deber inalienables de garantizar la idoneidad en la generación o prestación de un producto o servicio, con los estándares de calidad necesarios que le permitan cumplir con los objetivos empresariales o institucionales inherentes a su propia dinámica. Es decir, poner un profesional titulado a que ejerza una función para la cual no tiene experiencia, representaría un riesgo para los intereses del organismo contratante. Y del otro lado está el recién graduado, quién, con la mayor ilusión sale del claustro en el que se formó, con la aspiración de obtener prontamente un trabajo que le permita ingresos, no solo para su propio sostenimiento e independencia del modelo de sustentación que ha tenido en la carrera, ejemplo, la familia; sino también para pagar el crédito Icetex o con la banca privada a los que les debe importantes sumas invertidas generalmente en matriculas académicas. Una vez fuera, cara a cara con la realidad y luego de regar sendas hojas de vida, siente la enorme frustración, todo por cuenta de no tener experiencia.
En esta dicotomía de intereses y necesidades, resulta de suma importancia que, tanto el Estado y la empresa privada, como las universidades y sus estudiantes, mantengan y/o creen políticas y estrategias coherentes que permitan el equilibrio en la economía en la que todos interactúan desde la perspectiva de la generación de empleo. Por ejemplo, está bien que se mantengan políticas como la Ley 1422 de 2022 – Ley del Primer Empleo, la cual permite que los empleadores que vinculen a trabajadores sin experiencia tendrán menores costos no salariales durante los primeros años de contrato. A su turno, la interacción entre Universidades y los entes territoriales que celebran millonarias contrataciones públicas al año, podrían incluir en sus términos de referencia o pliegos de condiciones, la necesidad de que, estudiantes de los diversos programas de educación profesional, sean tenidos en cuenta en las propuestas que optan a un contrato con el Estado, lo cual dará puntos al momento de la selección, tal como ocurre cuando se vincula personal en situación de discapacidad o Mipymes. Ahora bien, las universidades deberían revisar el pensum de cada programa buscando generar la oportunidad y ejercicio de práctica de su estudiante, no solo en sus dos últimos semestres, sino que, desde el quinto empiece con esta dinámica, lo cual requiere de la articulación eficiente entre el claustro universitario y la empresa privada y pública. Es obvio que el ejercicio de la práctica de un estudiante a mitad de carrera no será el mismo que aquel ad-portas de graduarse; y, sin embargo, todo aquello que haya hecho, por ejemplo, si es un Licenciado en Preescolar, habrá podido ser practicante como un auxiliar de aula de clase, bajo la tutoría del docente titular, habrá de servirle. Lo mismo puede ocurrir con el estudiante de Contaduría, Administración, Matemáticas o Ingeniería. Se trata de una educación que es más eficiente desde la interacción teoría – práctica en momentos asertivos para el bienestar del estudiante y futuro profesional.
Por su parte, el estudiante debe igualmente hacer su propio aporte en función de la cualificación e idoneidad para el futuro como profesional; de hecho, muchos de ellos suelen hacerlo. Hablo de hacer sus propios emprendimientos mientras cursan sus materias del programa correspondiente, lo cual puede pasar por iniciativas de asociación o creación de empresas unipersonales, desde las cuales oferten servicios o elaboren y vendan productos. Por ejemplo: es claro que un estudiante de quinto semestre de física tiene ya los conocimientos básicos para asesorar tareas en estudiantes de décimo y once grados. El estudiante de medicina que promedia su carrera bien puede ofertar sus conocimientos a los primíparos o de segundo semestre en aquellas materias tan fundamentales como anatomía. Recuerdo haber asistido a ejercicios de Iniciativa Empresarial de la Universidad Surcolombiana, en donde docentes como Derly Falla, Alexander Quintero, Carlos Salamanca o Cesar Perdomo, motivan y asesoran a sus estudiantes de Administración de Empresas, a crear un producto o servicio hasta colocarlo en el mercado; por allí han surgido productos tan atractivos como Postres de Colágeno a base de Escamas de Pescado, Empanadas de Achira o Tinta para impresoras y ropa Amigables con el Medio Ambiente. Y bueno, como estos, muchos otros ejercicios que los estudiantes crean pero que luego no son capaces de echar a andar; es decir, pierden una bella oportunidad que la universidad y la vida, les ofrecen.
Ahora bien, en todo caso, es un hecho cierto el que, muchos profesionales recién egresados deben ser conscientes de su disponibilidad de contratarse por bajos sueldos, por ejemplo, un salario mínimo, entre tanto adquieren experiencia.
Conviene trabajar permanentemente en el enfoque de educación superior tendiente hacia la generación de empresa versus la más notable y recurrente práctica del empleado asalariado.








