Por: Johan Steed Ortíz Fernández
Las tensiones en la designación de rector de la Universidad Surcolombiana no son una novedad. Sin embargo, esta última elección pasará a la historia por varias razones: uno, por ser la más participativa, porque no ganó el candidato favorito de la gran mayoría de los consejeros del Superior; por la gran votación obtenida por el voto en blanco y por el reto que significa para el nuevo rector, unir, pensar y discutir la nueva constituyente universitaria.
Fue una campaña muy corta, en la que el triunfalismo de uno de los candidatos, que ya se creía el ganador y subestimó a los rivales, terminó desequilibrando la balanza. Quienes lo acompañaron y perdieron junto a él, ahora buscan culpables en todo lado, sin reconocer sus errores. Dicen que la culpa es del gobernador, los diputados, concejales, es decir, de los políticos que según ellos incidieron en la votación. ¿Acaso entonces, los 241 docentes de planta y 299 catedraticos son cuotas de los políticos?, ¿acaso los docentes de planta no llegan a estos espacios por méritos? ¿Acaso no tienen el criterio suficiente para elegir entre tres compañeros?
Pero en el voto de docentes que representa el 45% de los votos no está la única causa de la derrota de su candidato.
También votaron 7381 estudiantes, que demostraron también que pese a su corta edad, tienen el carácter y el criterio suficiente para elegir. No en vano 3.000 de ellos decidió votar en blanco, ybel restante se dividió entre los otros tres candidatos. A ninguno de ellos, ningún político les dijo cómo votar o por quién. De ser así no habrían apoyado mayoritariamente el voto en blanco. Así que ese discurso tampoco aplica. Esa fuerza estamentaria representa el otro 45% de los votos.
Finalmente están los graduados de la universidad, la fuerza más grande de todos los estamentos, con más de 42.000 personas habilitadas para votar. Sin embargo solo lo hizo menos del 10%, unos 3994 egresados, de los cuales en su mayoría votaron por el profe Rubén Darío, casi 2.000, superando en más de 600 votos al candidato Reyes. Ahí estuvo la diferencia que al final representó la victoria para el profesor Valbuena.
Y hay que decirlo, en ese grupo de graduados no solo hay dirigentes políticos como en mi caso, también hay diputados, concejales, contratistas, trabajadores y hasta alcaldes. Así que decir que todos votamos por el que dijo el Gobernador o la Rectora es faltarnos al respeto a nuestra capacidad de decisión.
Creo más bien que no le dieron la importancia que se merece este estamento porque solo representa el 10% de los votos, y tal vez sí lo hizo el profesor Rubén Darío y encontró allí los votos que al final le permitieron quedarse con la victoria.
Lo cierto es que los estamentos ya decidimos y ahora el nuevo rector deberá enfrentar grandes retos, porque esto no es, ni debe ser, un simple cambio de nombre en la oficina principal. Es la oportunidad de repensarnos como comunidad académica, de mirar hacia adelante y de recordar que el verdadero compromiso no termina en las urnas: apenas empieza.
Más allá del resultado, que dio como ganador al profesor Rubén Darío Valbuena, las elecciones dejaron lecciones que no podemos ignorar. El voto en blanco, aunque no haya sido mayoritario, fue una señal de inconformidad de un sector de estudiantes, profesores y egresados. Una advertencia que expresa que la confianza en las estructuras internas de la USCO no es plena y que existe una sed genuina de cambios de fondo.
El nuevo rector recibe una universidad que necesita, con urgencia, reconciliarse consigo misma. Las heridas abiertas por las tensiones políticas, las dudas sobre los procesos internos y la percepción de clientelismo académico no pueden seguir ignorándose. La USCO necesita más investigación con impacto real en el territorio, una conexión efectiva con el sector productivo, el fortalecimiento del inglés y las competencias globales, y una seria política de regionalización que saque a la universidad de su actual letargo.
Pero, sobre todo, necesita un liderazgo que escuche. Un liderazgo que no tema al disenso y que entienda que gobernar una universidad pública es mucho más que administrar: es formar, es inspirar, es construir comunidad.
También está el gran reto de la reforma de los estatutos. El actual mecanismo de elección de rector ha mostrado sus límites y resistencias. Si queremos una universidad más democrática este debe ser uno de los primeros compromisos visibles en la agenda del nuevo rector.
No podemos quedarnos solo en la foto de la victoria ni en los discursos de posesión. El futuro de la USCO depende de acciones valientes, de decisiones estratégicas y de la capacidad de sumar a quienes piensan diferente. Porque al final, la universidad que soñamos no se construye con vencedores y vencidos: se construye con todos.
Hoy, más que nunca empezemos a mirar hacia adentro, la USCO necesita menos pasillos de intrigas y más aulas de ideas. Menos politiquería y más academia.








