Alvaro Hernando Cardona González
En varias ocasiones hemos traído a colación el rol de la educación como estrategia irremplazable para garantizar el desarrollo sostenible de la Nación colombiana; y de la humanidad.
Pero la educación es un proceso complejo. Su papel no se agota educando a una generación. Debe seguir trabajando en dos sentidos: seguir educando a las nuevas generaciones y, asegurarse con las ya educadas, junto a otras estrategias, en que lo enseñado se aplique.
Hay que asegurarse que las políticas públicas para la conservación de los recursos naturales, el medio natural y para mitigar y de adaptarnos al cambio climático se convierten en un objetivo socialmente compartido y se definen acciones ininterrumpidas. Por eso la educación ambiental se debe adaptar a las necesidades actuales; necesitamos un sólido afianzamiento de la educación ambiental para formar conciencia social. Eso no puede ser objeto de ideologías o polarizaciones. Al contrario, si algo une, es la buena educación.
Trascurrido el tiempo, hemos pasado de un desconocimiento total en materia educativa sobre el medio natural, a un verdadero auge de la educación ambiental cuando, entre otras, aparecieron infraestructuras como granjas, escuelas o aulas de la naturaleza, entre otras. Por las sucesivas crisis que vivimos desde la primera década de siglo XXI, parece que este campo de la educación se ha olvidado. Se habla mucho de educación ambiental, pero se practica poco. Cuando hay consenso en la comunidad científica sobre el impacto de los modelos de desarrollo en el clima mundial, y en el agotamiento de los recursos naturales, estamos obligados a un cambio inaplazable y acelerado de dichos modelos en las próximas décadas.
Como decíamos atrás, el cambio y la necesidad de acelerarlo, requiere la adaptación de la educación. Si tenemos en cuenta que ésta aparece formalmente en 1973-1974 en Colombia (Ley 23 y Decreto Ley 2811), y desde entonces el deterioro ambiental ha aumentado, no podemos seguir haciendo lo mismo. Proponemos educadores especializados, despolitizados, altamente capacitados, sensibles de verdad (trabajan para la existencia de la humanidad), y estudiosos porque deben conocer el avance científico para el desarrollo sostenible. Necesitamos más magísteres y doctores en educación ambiental, como los que gradúa nuestra Surcolombiana.
La educación ambiental sostenible debe ser una herramienta de cambio lo cual se traduce y refleja en mejoramiento ambiental, disminución de la ilicitud, disminución del conflicto y violencia, aumento del positivismo, mejores competencias profesionales y humanas, más conocimiento sobre el entorno, en fin…más desarrollo sostenible.
