El 1 de diciembre, día mundial del SIDA, además de un momento para recordar vidas, es un llamado urgente a reconocer lo que hemos sido capaces de construir como humanidad. La lucha contra el VIH ha demostrado que, cuando articulamos ciencia, voluntad política y participación comunitaria, lo que parecía imposible se vuelve alcanzable. Este mismo enfoque colaborativo y transformador es el que hoy necesitamos aplicar para ganar otra batalla urgente, la eliminación del cáncer de cuello uterino.
Las cifras son claras y, a la vez, profundamente motivadoras, las mujeres que viven con VIH tienen seis veces más riesgo de desarrollar cáncer de cuello uterino. Esta realidad no debe paralizarnos; por el contrario, debe impulsarnos a pensar estratégicamente y actuar con mayor coordinación global. La historia del VIH nos muestra que las soluciones integradas funcionan. Que invertir de manera inteligente salva vidas, porque ninguna mujer debería morir por causas prevenibles.
Hoy, sin embargo, vemos con preocupación cómo las inversiones en programas integrados de VIH y cáncer de cuello uterino están siendo reducidas. Esto además de un retroceso técnico; es una regresión humana, porque los recursos económicos que se dejan de invertir se traducen en oportunidades perdidas para detectar temprano, vacunar, acompañar y salvar vidas.
El llamado que ha hecho la Organización Mundial de la Salud OMS a transformar la respuesta global debe ser entendido como una oportunidad histórica. Además de recuperar terreno perdido, se requiere rediseñar un futuro más armónico y eficiente. La convergencia entre los programas de VIH y cáncer de cuello uterino son la única vía estratégica hacia un mundo más saludable y equitativo.
Imaginemos un 2030 donde la prevención del VIH y la eliminación del cáncer de cuello uterino avancen como un mismo movimiento global. Donde la vacunación contra el virus del papiloma humano VPH sea universal. Donde todas las mujeres, sin importar su origen, tengan acceso garantizado a tamizaje temprano y tratamiento oportuno, y además que las tecnologías emergentes, desde inteligencia artificial hasta soluciones comunitarias, permitan llegar a tener un alcance muy superior al actual.
Hoy reafirmo un mensaje que debe estar presente en todos los espacios de decisión: Tenemos que trabajar articuladamente para lograrun mundo libre de VIH y de muertes por cáncer de cuello uterino.
