Por: Carlos Tobar
No sé si usted tenga la misma impresión que yo cuando para su vehículo en un semáforo: ser rodeado por un enjambre de motos que se cuelan por cualquier resquicio. La sensación para cualquier conductor de poca pericia debe ser de opresión. Para los más duchos, es de incomodidad.
Si es peatón, la precaución frente a las motos debe redoblarse. Porque salen de cualquier parte, cuando menos se les espera. El riesgo del tránsito vehicular o peatonal se ha incrementado sustancialmente desde que este vehículo de dos ruedas y motor se convirtió en el modo de transporte predominante, no solo en Neiva, sino en el país.
Las estadísticas lo muestran. El parque de motos ha crecido de manera exponencial: en 2015 se estimaba que a nivel nacional el parque automotor de motos alcanzaba los 6,5 millones de unidades; mientras que para el 2025 se estima que superará los 13 millones. En el caso de Neiva, por la ciudad circulan más de 100.000 motocicletas, que tienen una característica: no solo están registradas en la ciudad, sino en los municipios circunvecinos.
Las implicaciones son múltiples. Un estudio de la Universidad de los Andes de 2005 afirmaba que el día en que Neiva tuviese 44.000 motos circulando, la viabilidad del transporte masivo estaba en duda. Hace bastante tiempo superamos ese límite. El transporte masivo, léase busetas, opera con dificultades extremas; lo sostiene el uso obligatorio por personas mayores, niños o enfermas, más aquellas que deben desplazarse a zonas apartadas. El proyecto SEPT, nació muerto.
No es solo la competencia del mototaxismo -que de por sí, es grande-, sino que cerca de 80.000 usuarios, muchas familias, tienen como medio de transporte preferencial la moto. Sobre todo, porque el costo de movilización por pasajero es infinitamente menor. Además, de la ductilidad, la eficiencia y la conexión directa hasta el sitio de destino para el usuario.
En una sociedad donde las capas más bajas de la sociedad, desde el punto de vista de ingresos, tienen dificultades para su movilidad sostenible, la moto es una solución evidente.
Otra consecuencia importante es el incremento de la siniestralidad. En el Huila en los últimos años el promedio de accidentes fatales en moto, superan los 200. El porcentaje de participación de este tipo de vehículos en la siniestralidad está cerca del 80% de los eventos.
Esta realidad obliga a las autoridades a tomar medidas que pongan orden en el tráfico urbano y rural con el reconocimiento de este tipo de vehículos que, cada vez más, se convierte en un actor de primerísimo nivel. Seguir la política del avestruz, ignorando hechos que nos apabullan, no resuelven un problema que está ahí.
Debemos empezar por estudiar el fenómeno, modernizar las normas de circulación, imponer obligaciones que no solo derechos a los usuarios de todo tipo de transporte. Y, sobre todo, educar. Sin una política de cultura ciudadana, fuerte, arraigada en los ciudadanos desde las etapas tempranas de la educación, con normas que agilicen la circulación, será imposible tener ciudades amables y seguras.
Neiva, 02 de junio de 2025








