Por: Felipe Rodríguez Espinel
En el complejo panorama político colombiano, donde las batallas ideológicas suelen eclipsar las necesidades reales de los ciudadanos, emergen figuras que logran trascender estas divisiones en favor del interés común. La reciente crisis del sector arrocero ha puesto de manifiesto esta realidad, y en su resolución, la representante Flora Perdomo Andrade ha demostrado que el pragmatismo y la gestión efectiva pueden prevalecer sobre la retórica vacía.
La crisis que desembocó en el paro nacional de arroceros no surgió espontáneamente. Fue el resultado de años de desatención a un sector que, como señaló Perdomo durante el debate en la Comisión Quinta, representa el sustento de 500 mil familias en 23 departamentos. La caída del precio, fue simplemente la gota que rebosó el vaso.
Lo que distingue la gestión de Perdomo en esta coyuntura ha sido su capacidad para articular una respuesta multidimensional a una problemática compleja. En lugar de limitarse a diagnósticos superficiales, identificó con precisión los factores estructurales que asfixian al sector. El contrabando, importaciones masivas, altos costos de producción y falta de financiación para pequeños y medianos productores.
Esta visión integral del problema le permitió convocar a un debate donde estuvieron presentes todos los actores relevantes del gobierno. La ministra de Agricultura, el ministro de Comercio, Industria y Turismo, el ministro de Hacienda y el director de la Agencia de Desarrollo Rural. Un despliegue institucional que refleja la capacidad de convocatoria y el peso político que ha adquirido Perdomo.
No es casualidad que haya logrado este nivel de influencia. Su trayectoria legislativa revela una política que ha sabido combinar la defensa de causas estructurales como la equidad de género y la dignificación del trabajo campesino, con iniciativas prácticas que son realmente beneficiosas. Su liderazgo en la Ley de Innovación Agropecuaria, el proyecto de Mecanización Agropecuaria y las Compras Públicas Locales evidencian una visión estratégica del desarrollo rural.
Sin embargo, lo más destacable de su gestión para desactivar el paro arrocero ha sido su capacidad para transformar la presión social en propuestas concretas. La congresista no se limitó a servir de caja de resonancia del descontento, sino que canalizó las demandas hacia soluciones viables, principalmente la creación de un fondo de estabilización de precios lo cual fue respaldado por el Gobierno Nacional.
Perdomo encarna esa generación de liderazgos políticos que entienden que la efectividad no está reñida con los principios. Su enfoque pragmático no implica el abandono de causas estructurales, como lo demuestra su trabajo en favor de la equidad de género desde la Comisión Legal para la Equidad de la Mujer.
El caso del paro arrocero y la intervención decisiva de la representante huilense nos recuerda que, en la política colombiana, todavía existe espacio para el diálogo productivo y la búsqueda de consensos. En un momento donde la polarización parece ser la norma, figuras como Flora Perdomo demuestran que el verdadero liderazgo consiste en la capacidad para construir puentes y generar resultados tangibles para los ciudadanos.
