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Kelly Plazas: ¿Feminicidio o desaparición forzada? La ruta

Nov 15, 2025

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Los videos que registran el recorrido del vehículo en el que fue trasladada Kelly Plazas ponen nuevamente en el centro del debate la desaparición de esta madre de familia en Neiva, entre las hipótesis de feminicidio y desaparición forzada, casi dos años después de su ausencia.

DIARIO DEL HUILA, PRIMER PLANO
Por: Niyireth Cruz García

Los videos fueron presentados ante el fiscal Carlos Alberto Ladino, así como ante los asistentes a la audiencia, entre ellos el Ministerio Público, el juez del caso, los procesados y sus representantes de defensa. El material audiovisual fue aportado por David Javier Marca Cuervo y está sustentado en el informe de investigación de campo de la Fiscalía.

Estos videos constituyen material probatorio del recorrido realizado por el vehículo Twingo involucrado en el caso. El trayecto quedó registrado en diversas cámaras de seguridad ubicadas en sectores como La Ulloa, Torres de Santelmo, una estación de servicio y otros puntos donde el automóvil fue captado por los sistemas de vigilancia.

Al finalizar la diligencia, el juez ordenó la extracción y verificación técnica de los videos, con el fin de realizar el cotejo correspondiente y garantizar que la información coincida plenamente antes de ser anexada al expediente digital. Asimismo, anunció que la próxima audiencia se llevará a cabo el 4 de diciembre a las 8:30 de la mañana, donde continuará el proceso judicial.

Hay ausencias que gritan y otras que se instalan en un silencio ensordecedor, roto solo por el lamento persistente de las familias que pierden a sus seres queridos. La desaparición de Kelly Johana Plazas Maná, madre de familia en Neiva, es una de esas ausencias que resuenan en el alma del Huila desde hace casi dos años. Su caso, lejos de ser un expediente más en los registros judiciales, se erige como un desgarrador espejo de las violencias machistas que persisten en nuestra sociedad y del a veces indolente silencio que las acompaña.

La reciente audiencia de acusación contra el excompañero sentimental de Kelly, Fidel Borrero Solano, y sus dos presuntos cómplices, el comisionista Alexis Sotelo Salas y Rafael Antonio Puentes Ortega, quienes hoy son procesados, ha vuelto a colocar el foco sobre esta tragedia. Pero más allá del frío y prolongado proceso judicial, emerge una pregunta ineludible: ¿Estamos frente a un feminicidio camuflado bajo el manto de una desaparición forzada? ¿Por qué la sociedad, en ocasiones, parece mirar hacia otro lado cuando las víctimas son mujeres?

El pasado jueves, pese a la convocatoria realizada por la familia de Kelly Plazas, al plantón asistieron apenas una decena de personas, situación que profundamente conmovió a sus allegados, quienes hicieron un llamado a la sociedad para que no sea indiferente.

Helena Maná, madre de la joven desaparecida, afirmó que jamás imaginó vivir algo semejante y expresó que ha sido la solidaridad de algunas personas la que le ha dado fuerzas para continuar exigiendo justicia. Reiteró su llamado a la ciudadanía para que no mire hacia otro lado, pues asegura que no ha dejado de sufrir ni un solo día desde que su hija desapareció.

El día que Kelly dejó de estar

Kelly Plazas fue vista por última vez el 1 de marzo de 2024. Desde ese día, el tiempo se detuvo para su familia y, para la sociedad huilense, comenzó una inquietante cuenta regresiva sin respuestas. Su rostro, inicialmente difundido en redes sociales y luego en medios locales, se convirtió en el símbolo de una búsqueda angustiosa, un grito de auxilio que clamaba por su retorno. La familia, desde el primer instante, señaló a su excompañero sentimental como el principal sospechoso, una denuncia que, con el paso de los meses, ha encontrado eco en las acciones de la Fiscalía.

La historia de Kelly, como la de muchas mujeres víctimas de violencia de género, está marcada por un historial de denuncias previas, temores expresados y una relación conflictiva que culminó en la ruptura. Estos antecedentes, cruciales para entender el contexto de su desaparición, obligan a analizar el caso bajo la lupa del feminicidio, una figura jurídica que trasciende la mera tipificación de un homicidio y reconoce la violencia estructural de género como móvil del crimen.

Audiencia por la desaparición de Kelly Plazas

Análisis Jurídico: ¿Desaparición Forzada o Feminicidio?

Desde la perspectiva jurídica colombiana, el caso de Kelly Plazas presenta una complejidad que navega entre la desaparición forzada y el feminicidio. El hecho de que su cuerpo no haya sido hallado, por el momento, es un obstáculo para la imputación directa de feminicidio, que por definición exige la muerte de la mujer. Sin embargo, la ausencia del cuerpo no debería ser excusa para desestimar la hipótesis de un feminicidio, especialmente cuando existen indicios sólidos que apuntan a la violencia de género como trasfondo de la desaparición.

La Ley 1761 de 2015, conocida como Ley Rosa Elvira Cely, tipifica el feminicidio como el «homicidio de una mujer por su condición de mujer o por motivos de su identidad de género». Esta ley establece circunstancias que permiten calificar el crimen como feminicidio, incluso sin necesidad de que el agresor sea la pareja o expareja. Algunas de estas circunstancias incluyen:

  • Tener o haber tenido una relación familiar, íntima, de convivencia, de amistad, de compañerismo o de trabajo con la víctima, y ser autor de un ciclo de violencia física, sexual, psicológica o patrimonial que antecede al crimen. Las denuncias previas de la familia de Kelly sobre la relación conflictiva con su excompañero son un elemento clave para este análisis.
  • Ejercer sobre la vida o el cuerpo de la mujer actos de instrumentalización o cosificación de género o sexual, para satisfacer instintos sexuales o cualquier necesidad. Aunque no se ha encontrado el cuerpo, la motivación detrás de la desaparición podría encajar en esta categoría si se demuestra un patrón de control y dominación.
  • Existencia de antecedentes o pruebas de violencia o amenazas en ámbitos doméstico, familiar, laboral o escolar, ejercidas por el agresor sobre la víctima, o indicios de control sobre ella. Las denuncias previas son aquí un pilar fundamental.

Si bien la desaparición forzada es un crimen de lesa humanidad, el marco jurídico colombiano permite y exige una perspectiva de género en la investigación y judicialización de crímenes contra mujeres. En casos donde la víctima es una mujer y existen antecedentes de violencia por parte de un hombre, la desaparición puede ser un método para ocultar el feminicidio y evadir la justicia. Es crucial que Fiscalía y jueces consideren todos los elementos contextuales y las pruebas indirectas que puedan surgir para determinar si la desaparición de Kelly fue el último eslabón de una cadena de violencia machista.

El reto jurídico radica en probar la «condición de mujer» como motivación del crimen, o las circunstancias agravantes establecidas en la ley, incluso en ausencia del cuerpo. Los patrones de comportamiento del agresor, el historial de violencia, los mensajes, las amenazas y el contexto de la relación se vuelven pruebas indicativas de peso que deben ser valoradas con perspectiva de género.

Audiencia por la desaparición de Kelly Plazas

Análisis Periodístico: La voz que la sociedad a veces calla

Desde una óptica periodística, el caso de Kelly Plazas interpela profundamente. Los medios de comunicación tenemos la responsabilidad no solo de informar sobre los hechos, sino de contextualizarlos, dar voz a las víctimas y sus familias, y señalar las fallas sistémicas que permiten que estas tragedias ocurran y se repitan.

El «silencio que la sociedad a veces asume» frente a estos casos es un fenómeno complejo y multifactorial. No se trata de indiferencia generalizada, sino de capas de apatía, normalización y, a veces, complicidad pasiva.

Durante mucho tiempo, la violencia de pareja fue considerada un «problema de puertas para adentro», un asunto privado en el que nadie debía inmiscuirse. Aunque hemos avanzado en la concienciación, persiste la idea de que los conflictos de pareja no son un asunto público, lo que dificulta la denuncia y la intervención temprana.

Las mujeres que denuncian a sus parejas o exparejas violentas enfrentan a menudo estigma social, desconfianza e incluso culpa. Preguntas como «¿Por qué no lo dejó antes?» o «¿Qué hizo ella para provocarlo?» revictimizan y silencian a las víctimas. Los medios debemos evitar reproducir estos estigmas.

En un país como Colombia, con altos índices de violencia, la ciudadanía puede desarrollar una «fatiga de la compasión». La acumulación constante de noticias sobre crímenes y desapariciones genera desensibilización, haciendo que cada caso sea percibido como «uno más», sin la indignación que merece.

Muchos casos, como el de Kelly, reciben cobertura inicial intensa, pero luego caen en el olvido mediático si no hay nuevos desarrollos o si la atención pública se desvía a otros temas. El periodismo de investigación y el seguimiento constante son cruciales para mantener viva la memoria de las víctimas y la presión sobre las autoridades.

En el caso de Kelly Plazas, el hecho de que la familia haya señalado desde el principio a su expareja, y que esta persona esté hoy procesada, refuerza la necesidad de un análisis con perspectiva de género. No es una mera desaparición; es una desaparición en el contexto de un posible patrón de violencia machista.

La ausencia de un cuerpo, lejos de minimizar la hipótesis de feminicidio, la complejiza y la agrava. Obliga a las autoridades a redoblar esfuerzos para hallar a la víctima y a la justicia a ser creativa en la aplicación de la ley, buscando todos los indicios que permitan desentrañar la verdad detrás de su desaparición y determinar si fue víctima de un crimen de odio por su condición de mujer.

El llamado a no olvidar

El caso de Kelly Plazas no es solo el de una familia buscando a un ser querido. Es el de una sociedad que debe confrontar sus propios silencios y prejuicios. Es el de un sistema judicial responsable de aplicar la ley con perspectiva de género, que no se detenga ante la ausencia de un cuerpo para nombrar el crimen por lo que probablemente es.

La audiencia de acusación es un paso importante, pero no el final. Es un recordatorio de que la lucha por la justicia para Kelly continúa. Es, sobre todo, un llamado a no olvidar, a que su ausencia no sea una estadística más. Que su historia impulse a la sociedad a romper el silencio, exigir justicia y prevenir que otras mujeres se conviertan en ecos silenciosos de un feminicidio. El caso de Kelly Plazas debe ser un parteaguas, un punto de inflexión donde la sociedad huilense y colombiana se niega a mirar hacia otro lado y reconoce que la violencia contra las mujeres es una herida abierta que nos concierne y nos duele a todos.

Puede leer: Diario del Huila 15 y 16 de noviembre de 2025https://staging.diariodelhuila.com/diario-del-huila-15-y-16-de-noviembre-de-2025/

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