Por: Amadeo González Triviño
Después de presenciar el alborozo mundial con ocasión de que se emitiera por manipulación de los encargados de dar la noticia, el humo blanco y se anunciara el famoso “habemus papa”, nos trasladamos a una realidad dolorosa, trágica y de violencia que se vive en Colombia, y todos quisiéramos que se repitiera ese instante, para que alborozados, concibiéramos la idea y el pensamiento de que hemos encontrado la PAZ TOTAL, que podemos unirnos en una sola sonrisa y que ese HUMO BLANCO, ha de ondear en todo el horizonte de nuestra acongojada patria.
El país está totalmente descuartizado, hemos perdido los roles institucionales, las políticas oficiales en determinado momento van en contravía de los intereses que han dominado las mecánicas y prácticas de otros grupos políticos diferentes al del actual gobierno, amén de que este proceso de cambio ha costado más de lo esperado, entre ellos la improvisación y la ausencia de una coherencia entre todos los ministerios y oficinas u órganos encargados de hacer posible el cumplimiento y la efectividad, la eficiencia y la ejecución de los planes, programas y proyectos sociales, todo lo cual se han dificultado y se han venido al traste con los fines esenciales de un Estado al servicio de las comunidades.
Fuera de esta serie de hechos antecedentes, la corrupción y la ausencia de gobernabilidad que nos asiste, se suman poco a poco, a un proceso histórico que no se detiene. La corrupción y la forma de hacer desaparecer los recursos del Estado, los recursos aprobados por el Gobierno para cumplir las metas sociales, se pierden, o bien se convierten en elefantes blancos o bien con contratos que nunca se inician y los actuales mandatarios se ocupan es de adelantar gestiones para recaudar recursos y trasladarlos a sus cuentas particulares, en otras palabras, a sus bolsillos y aprovechar este cuarto de hora para enriquecerse a como dé lugar.
Ese HUMO BLANCO, es el que estamos esperando los colombianos, cuando la violencia en el campo, la carnetización, la extorsión y la forma como van surgiendo en todo el territorio nacional formas de acabar con la seguridad de los habitantes, es una constante y una realidad, que nos llama a un gran consenso nacional, que desafortunadamente ya no consideramos como prioritario, por cuanto, hemos vuelto a poner como punto de partida de la existencia, nuestro ego, nuestra propia vida, nuestros propios recursos y por ende, nada nos importa el otro, los otros, o los demás, a menos que ellos, constituyan parte o sean esencia de una dádiva de la cual podamos sacar provecho.
Se perdió la solidaridad, solo buscamos la guerra, la violencia y en el enfrentamiento de odios y de pasiones partidistas, nos hemos dejado llevar sin encontrar una voz de aliento, un abrazo que nos redima y que nos permita comprender que somos efímeros transeúntes de un destino del cual, hemos perdido toda opción o toda realidad de hacer posible en medio del desinterés solidario que otrora fuera nuestro sueño.
Es necesario, es hora y es urgente, que volvamos los ojos a la realidad, que entendamos que hay que fumar la pipa de la paz, que deben ondear pañuelos blancos en señal de alcanzar una tranquilidad que hemos perdido y de que ese ACUERDO NACIONAL, que muchas veces se ha pregonado debe hacerse realidad, porque por un lado la Administración de Justicia, con la inercia y la parsimonia de sus decisiones y los entes de control bajo el auspicio de los políticos de turno, se unen en una cofradía que nos deja el sinsabor de la violencia institucional con marcado acento de que nos estamos alejando día a día, de nuestra nacionalidad, de nuestros patrones esenciales consagrados como premisas constitucionales y que no entendemos y no queremos entender el verdadero significado de la convivencia nacional.








