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El conjunto auriverde rozó la clasificación en Montería. Remontó, mantuvo viva la ilusión durante varios minutos y llegó a verse finalista, pero un empate en el cierre lo dejó sin el cupo que terminó en manos del Cúcuta Deportivo.
Por: Andrea Beltrán Cruz
Atlético Huila llegó a Montería dependiendo de sí mismo y con un ambiente fortalecido tras la victoria conseguida días atrás frente al Cúcuta. El equipo sabía que la tarea era ganar y esperar, en paralelo, que nada extraordinario ocurriera en el otro frente del cuadrangular A. Con esas cuentas claras, afrontó un duelo cargado de presión, pero también de expectativa, en una plaza históricamente adversa.
El partido inició con un ritmo alto y con Jaguares proponiendo, decidido a incomodar a un Huila que tenía todo por perder. El conjunto opita sostuvo el orden en los primeros minutos, aunque sin la claridad suficiente para imponer condiciones con la pelota. Con el avance del primer tiempo, el juego se volvió más parejo y se instaló una tensión que acompañaría el resto del encuentro.
El golpe y la reacción
Apenas comenzaba el segundo tiempo cuando llegó el primer revés, Jaguares abrió el marcador y obligó al Huila a remar contra el resultado y contra su propia historia reciente en Montería. El tanto en contra cayó como un recordatorio de lo estrecho que era el margen de error.
Sin embargo, la reacción fue inmediata. El equipo adelantó líneas, ganó duelos en mitad de campo y encontró espacios que no había tenido en la primera parte. Esa insistencia se transformó en el empate, y pocos minutos después, en el 2-1 que momentáneamente acomodaba todas las cuentas del grupo. El Huila, que había arrancado el complemento por debajo, pasaba a comandar el marcador y recuperaba la serenidad necesaria para sostener la idea de juego.
Una ilusión que dependía del otro partido
Mientras en Montería se vivía el partido con intensidad, en Palmira también se movía la tabla. Cúcuta Deportivo había tomado ventaja en su duelo ante Internacional de Palmira, pero el 2-1 del Huila mantenía viva la ilusión opita gracias a la diferencia de gol. Durante varios minutos, el equipo fue virtual finalista, aunque sin margen para descuidar nada.
La tensión creció en las tribunas y en el banco técnico. Cada noticia que llegaba desde el Valle se procesaba en segundos. El Huila no solo debía sostener el triunfo, debía hacerlo sin errores. A esa altura, cada llegada de Jaguares era un sobresalto y cada recuperación huilense, un alivio pasajero. Pero mientras tanto, Cúcuta aumentaba el marcador.
El empate que cambió todo
Cuando el partido parecía encaminado, el golpe definitivo llegó desde la cancha misma. Jaguares encontró el empate 2-2 poco antes del final y borró de inmediato cualquier cálculo favorable al cuadro huilense. El gol no solo modificó el marcador, terminó por sepultar la ilusión que había crecido a lo largo del segundo tiempo.
Con el empate, el Huila dejó de depender de sí mismo y quedó a expensas de un milagro en Palmira que nunca llegó. Por el contrario, el Cúcuta aumentó la diferencia y terminó goleando 4-0, un resultado que lo consolidó como el finalista del grupo A. La combinación de ambos marcadores cerró de manera abrupta el sueño opita, que se esfumó en cuestión de minutos.
En rueda de prensa el técnico Diego Corredor insistió en que la decisión de un penal, que a su juicio era válido, y que no fue dado por el árbitro cambió el rumbo del encuentro.
El otro finalista
En el cuadrangular B, Real Cundinamarca cumplió su tarea con autoridad. El equipo ganó 3-0 a Patriotas en Tunja y se quedó con el cupo a la final, un logro para una institución que ha venido creciendo silenciosamente en la categoría. Será el rival del Cúcuta en la disputa por el ascenso.
Un cierre con más preguntas que certezas
La jornada dejó para el Huila una mezcla de emociones que se extendió más allá del resultado. La ilusión duró poco, lo que parecía posible en buena parte del segundo tiempo se desvaneció tan rápido como apareció. Pero además del plano deportivo, persiste la incertidumbre sobre el futuro del club y la posibilidad de un eventual traslado de sede, un tema que quedó flotando entre la afición incluso antes del viaje a MonteríEl banderazo del viernes, que había buscado enviar un mensaje de respaldo al equipo en medio de los rumores, terminó conectado simbólicamente con esta sensación de inestabilidad. Hoy, tras quedar a un paso de la final, la pregunta no solo es qué faltó para avanzar, sino qué vendrá para el Atlético Huila en los próximos meses.
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