A pesar de avances en educación, salud y conectividad, el Huila sigue enfrentando profundas brechas de pobreza, especialmente en sus zonas rurales. La Encuesta Nacional de Calidad de Vida 2024 revela que las condiciones de vivienda, el acceso desigual a la educación superior y la precariedad laboral siguen siendo barreras estructurales para el desarrollo del departamento.
DIARIO DEL HUILA, ANALISIS
Por: María Camila Mosquera M.
La pobreza en el departamento del Huila, como en buena parte del país, es una realidad persistente que condiciona el bienestar de su población. A la luz de los recientes resultados de la Encuesta Nacional de Calidad de Vida (ECV) 2024, elaborada por el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE), es posible construir un diagnóstico que revela tanto los avances como los desafíos que enfrenta esta región en materia de superación de la pobreza y mejora de las condiciones de vida.
Un panorama general de la pobreza percibida
Según la ECV 2024, a nivel nacional, el 40,4% de los jefes o jefas de hogar —o sus cónyuges— se consideran pobres. Aunque los resultados consolidados ofrecen un marco general, el detalle departamental revela contrastes significativos: mientras en Bogotá la percepción de pobreza es apenas del 17%, en departamentos como Chocó o Vaupés supera el 85%.
En el caso del Huila, si bien no se encuentra entre los territorios más críticos, la pobreza percibida sigue siendo alarmantemente alta. Aunque la cifra específica para Huila no aparece explícita en el resumen nacional, el contexto de la región, su estructura económica basada en actividades agropecuarias y su vulnerabilidad frente a fenómenos como el cambio climático, permiten inferir que sus índices de pobreza subjetiva se mantienen por encima del promedio nacional rural.
Cabe destacar que la brecha entre las áreas urbanas y rurales en todo el país sigue siendo abismal. En las cabeceras municipales, el 33,2% de los jefes de hogar se consideran pobres; en los centros poblados y zonas rurales dispersas, el porcentaje asciende a un dramático 65,4%. Dado que una parte significativa del territorio huilense es rural, esta disparidad afecta de manera directa su dinámica social.
Hogares vulnerables: La precariedad cotidiana
La pobreza en el Huila también se refleja en las características de los hogares. El boletín revela que a nivel nacional el 46,5% de los hogares tiene jefatura femenina. En departamentos como el Huila, esta tendencia se traduce en una doble vulnerabilidad: ser mujer y ser pobre. La evidencia apunta a que los hogares encabezados por mujeres tienen una mayor probabilidad de enfrentar carencias materiales, especialmente en contextos rurales donde el acceso a oportunidades laborales dignas sigue siendo limitado.
La composición de los hogares huilenses, como en el resto del país, muestra un aumento de hogares unipersonales (19,8%) y monoparentales (24,3%), fenómenos que impactan la estabilidad económica familiar.
Vivienda: Entre déficit y precariedad
Un indicador revelador de la pobreza estructural es el acceso a vivienda digna. La ECV señala que, en Colombia, el 26,8% de los hogares presenta algún tipo de déficit habitacional. Aunque el Huila no figura entre los departamentos con los índices más dramáticos de déficit (como los de la región de la Orinoquía-Amazonía), sí enfrenta retos importantes.
El déficit cualitativo —relacionado con la necesidad de mejoramientos básicos— es predominante, mientras que el cuantitativo —que requiere construcción de nuevas viviendas— es ligeramente menor pero no despreciable. Estos datos son especialmente relevantes en municipios huilenses como La Plata, Pitalito y zonas de Neiva periférica, donde proliferan barrios de invasión y viviendas con condiciones inadecuadas de servicios básicos, materiales de construcción y hacinamiento.
Además, el acceso a vivienda propia ha disminuido de forma preocupante: a nivel nacional, apenas el 36% de los hogares habita una vivienda totalmente pagada. El aumento de los hogares en arriendo (40,4%) también plantea desafíos de estabilidad residencial y riesgo de empobrecimiento.
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Educación y acceso a TIC: avances insuficientes
Uno de los caminos más sólidos para superar la pobreza es la educación. No obstante, los jóvenes huilenses enfrentan serios obstáculos. Si bien la asistencia escolar en primaria y secundaria supera el 96% a nivel nacional, entre los jóvenes de 17 a 21 años, solo el 49,1% continúa sus estudios.
En departamentos como el Huila, la permanencia en la educación superior sigue siendo limitada. Esto implica que muchos jóvenes se ven forzados a abandonar sus estudios para ingresar prematuramente a mercados laborales informales, mal remunerados y de baja productividad.
Adicionalmente, el acceso a tecnologías de la información y la comunicación (TIC) todavía presenta brechas. Aunque el 65,6% de los hogares en Colombia ya tienen acceso a internet, en regiones como el Huila —especialmente en el área rural—, esta cifra es considerablemente menor. La falta de conectividad limita el acceso a educación virtual, información, servicios gubernamentales y nuevas oportunidades económicas.

Salud y bienestar: luces y sombras
La ECV muestra que el 96,5% de la población colombiana está afiliada al Sistema General de Seguridad Social en Salud. Aunque la cobertura es casi universal, la calidad del servicio es otra historia. Solo el 10,4% de los afiliados califica el servicio de su EPS como «muy bueno», mientras que el 13,7% lo considera «malo o muy malo».
En zonas rurales del Huila, la situación se agrava por la dispersión geográfica, la escasez de personal médico y las limitaciones en infraestructura hospitalaria. Las comunidades más alejadas, como las de Baraya, Colombia o San Agustín, tienen mayores dificultades para acceder a servicios de salud oportunos y de calidad.
La atención integral a la primera infancia también deja interrogantes. Aunque ha aumentado el número de niños que asisten a jardines infantiles y centros de desarrollo, cerca del 48,6% de los menores de 5 años sigue siendo cuidado en casa, muchas veces sin condiciones idóneas para su estimulación y desarrollo integral.
Percepción de seguridad: un factor de resiliencia
Un dato interesante es que, a nivel nacional, el 80,4% de los jefes de hogar se sienten seguros en su barrio, vereda o pueblo. El Huila, afectado históricamente por el conflicto armado, ha logrado recuperar gradualmente la percepción de seguridad en buena parte de su territorio. Sin embargo, persisten zonas rurales donde grupos armados ilegales y economías ilícitas aún representan amenazas.
La seguridad, más allá de ser un factor de tranquilidad ciudadana, es también un habilitador de desarrollo económico y social: sin seguridad, difícilmente pueden prosperar los proyectos productivos, la inversión o la movilidad educativa.
El reto es estructural
El análisis de la pobreza en el Huila, a partir de los datos de la ECV 2024, confirma que, aunque existen avances, los desafíos son estructurales. El departamento necesita políticas públicas que combinen asistencia inmediata con estrategias de transformación profunda: educación de calidad, conectividad digital, acceso efectivo a la salud, generación de empleo formal y desarrollo rural sostenible.
La reducción de la pobreza no se logrará solo con programas asistencialistas; se requiere potenciar las capacidades de las personas, cerrar brechas urbano-rurales, empoderar a las mujeres jefas de hogar y fortalecer la infraestructura física y social del departamento.
La historia del Huila es también la historia de su resiliencia. Frente a las cifras duras, es imprescindible que los huilenses sigan construyendo caminos de esperanza, sabiendo que la pobreza no es un destino inevitable, sino una condición que puede y debe transformarse.

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