Es inaudito que el presidente de la República Gustavo Petro Urrego promueva una huelga nacional durante los días 28 y 29 de mayo del presente año, durante su discurso incendiario en la manifestación convocada en el sector del Paseo Bolívar de Barranquilla, el lunes anterior. Es la primera vez en la historia de la república de Colombia, que un primer mandatario de los colombianos lance una iniciativa descabellada para generar una parálisis a la dinámica económica y a la estructura productiva del país, con el fin de amenazar a legislativo para que le aprueben sus propuestas populistas y la consulta popular versión 2,0, la cual ya fue hundida recientemente por el Senado de la República. Es absurdo que, a través de la estrategia del temor y el miedo, pretenda lograr iniciar la campaña electoral del próximo año. Así no lo manifieste públicamente, sus ideas de reelección están a la vista y, por ende, para duplicar el número de congresistas de su movimiento del pacto histórico.
Además, no es concebible, que, en su disertación incoherente y salida del contexto de la realidad nacional, siga ofendiendo y amenazando a cada uno de los congresistas que le votaron negativamente su propuesta populista. Esa no es la forma de lograr sus objetivos gubernamentales. Además todos los colombianos ya conocemos su estilo de convocar a las organizaciones sociales y a los delincuentes de la primera línea para generar caos y terrorismo como lo hicieron en la época del estallido social de ingratos recuerdos para la sociedad colombiana, donde se presentaron saqueos, quema de establecimientos comerciales, financieros, medios de transporte y empresariales, entre otros, que junto con los taponamientos en las ciudades y vías, secuestros, asesinatos y masacres, que le permitieron ganar las elecciones presidenciales.
Pero, toda la sociedad está hastiada de su accionar gubernamental porque ha sido incapaz para mejorar las condiciones de vida de las familias colombianas. Todos los resultados a la fecha han sido adversos, ha demostrado su incapacidad y su ineptitud para contrarrestar el avance de las grandes problemáticas sociales, económicas y políticas que aquejan a los colombianos. Cada vez se observan cortinas de humo para ocultar los grandes escándalos de corrupción en las dependencias del Estado, los cuales han sido denunciados por los integrantes de su propio gobierno. Los organismos de control están investigando minuciosamente estas supuestas irregularidades que ya tienen en la cárcel a varios exfuncionarios de su gobierno. Igualmente, las altas cortes están detectando al jefe de la banda que les dio la orden para hurtarse los dineros públicos de la UNGRD para comprar los votos a los congresistas para que le aprobaran sus reformas populistas. Estos actos delincuenciales son detestables y son rechazados por la opinión pública en general. Con esta clase de estrategias están sepultando sus aspiraciones electorales, así no lo quieran entender sus áulicos.







