Por: María del Carmen Jiménez
El factor humano hace posible los milagros. Según el periodista y escritor londinense, Jhon Carlin: “la capacidad innata de Nelson Mandela para seducir al oponente y su tenaz deliberación de utilizar el mundial de rugby de 1995 para sellar la paz y cambiar el rumbo de la historia en Sudáfrica, es el ejemplo más inspirador que ha visto la humanidad”. Después de 23 años de prisión por luchar contra el apartheid, recuperó su libertad y se hizo presidente, en un país dividido por el odio racial. Comprendió que tenía que unir a los contradictores y vio en el deporte una estrategia para lograrlo. Promovió la reconciliación tras el apartheid.
Los hombres y mujeres de paz son esenciales para la construcción de sociedades más justas, solidarias y humanas. Su labor trasciende los conflictos armados. Trabajan por reconciliar, sanar heridas, defender los derechos humanos y promover el diálogo. Su importancia radica en que transforman la cultura del odio en cultura de respeto y perdón, inspiran valores éticos como la empatía, la verdad y la justicia. Defienden la dignidad humana frente a la exclusión la desigualdad y la injusticia. Actúan con coherencia entre lo que piensan, dicen y hacen, creen en la dignidad de todo ser humano.
A lo largo de la historia han contribuido a transformar comunidades, países, incluso el mundo. Sus logros han sido evidentes: promoción de derechos humanos y lucha contra la opresión, fin o reducción de conflictos armados como los procesos de paz en Sudáfrica y Colombia.
Tenemos ejemplos representativos de ellas y ellos: Mahatma Gandhi, de la India, impulsó la independencia mediante la no violencia, Martin Luther King, de EEUU, luchó pacíficamente contra el racismo; Rigoberta Menchú Tum, de Guatemala, defensora de pueblos indígenas y derechos humanos; Malala Yousafzai, de Pakistán, defensora de la educación de las niñas y la igualdad.
El expresidente Juan Manuel Santos y las víctimas del conflicto colombiano, son símbolo también de reconciliación. Aquí cabe destacar sin lugar a equívocos a Iván Cepeda Castro como un hombre de paz, víctima resiliente y defensor de la verdad. Su vida y trayectoria están marcados por la coherencia ética y un profundo compromiso con la reconciliación nacional. Iván convirtió su dolor personal en una fuerza moral para luchar contra la impunidad y a favor de las víctimas. En lugar de responder con odio, eligió el camino del dialogo y la justicia restaurativa, demostrando que la paz se construye desde la verdad y la memoria. Es un líder capaz de tender puentes entre los sectores enfrentados, y los contrarios, por eso ha participado activamente en los diálogos de paz defendiendo siempre el principio de que sin verdad no hay reconciliación posible. Para Iván Cepeda, la paz no es solo el silencio de las armas, sino la presencia viva de los derechos, la educación la equidad y la memoria.
Ser hombre o mujer de paz no significa ausencia de conflicto, sino la capacidad de transformarlo sin violencia. Son personas que siembran esperanza donde otros ven odio, que dialogan donde hay silencio que construyen puentes donde existen muros.








