Por: Carlos Tobar
El problema más grave del país es el atraso económico y social que se ejemplifica en la apabullante pobreza que nos rodea. Un país de US$7.000 de ingreso per cápita está en problemas.
Problemas graves que lo asedian: una crisis fiscal que paraliza a los gobiernos; un sistema de salud insostenible porque escasamente el 30% de los colombianos podemos pagarla; una educación con déficit crónico de recursos que entrega una formación para pobres que, agudiza la pobreza; un aparato productivo industrial, agrario, de servicios raquítico que en el mejor de los casos vincula al 35% de la población a empresas y trabajos modernos; unos servicios públicos deficientes en cobertura y calidad a tarifas exorbitantes y, así, un largo etcétera.
La causa, como lo señalé en un artículo hace quince días comentando las declaraciones del economista jefe del Banco Mundial para América Latina, es un modelo de desarrollo económico, social y ambiental, de baja productividad que, mal funciona desde hace 100 años.
Los países latinoamericanos, con contadas excepciones, somos proveedores de materias primas que se ofertan al mercado mundial sin mayor valor agregado. Somo economías extractivistas, situación que las élites gobernantes han aceptado con tal de participar en la repartija de las rentas precarias que se obtienen.
Esa situación es insostenible. Sobre todo, en un mundo en el que las ventajas extraordinarias surgidas de los acuerdos posteriores a la II Guerra Mundial, están desapareciendo.
Esta crisis interna que se une a la externa nos pone a los colombianos en una coyuntura especial. Una en la que debemos decidir que país queremos ser. Uno precario, insuficiente, incapaz de solventar las necesidades básicas de las mayorías ciudadanas como el que tenemos hoy, o nos decidimos a afrontar los retos para convertirnos en una larga marcha hacia la construcción de un país moderno con suficientes desarrollos empresariales y trabajos para todos.
Para lograrlo, debemos impulsar la más grande unidad nacional. Sin el concurso de todas las clases, sectores sociales, la intelectualidad, los estamentos culturales…, es imposible emprender esa tarea titánica. Si seguimos divididos con cada quién jalando para su lado sin entender que la propuesta hacia la modernidad es una tarea nacional, seguiremos empantanados.
La pregunta del millón es de cuál propuesta nacional hablamos. De una donde privilegiemos los intereses de los colombianos. Que nuestro objetivo fundamental sea fortalecer el mercado interno. Que protejamos el entramado empresarial nacional, la creación y sostenibilidad garantizada de la industria, la agroindustria, la agricultura, los servicios, el transporte, el comercio, de todas las fuentes de generación de empleo, incluyendo aquellas que orientan parte de sus actividades al comercio internacional.
Hay que reencontrar el camino del progreso con un plan de largo plazo. Con voluntad de país, superando las falsas disyuntivas que nos han enredado por más de 70 años.
Neiva, 14 de julio de 2025








