Por: Amadeo Gonzalez Triviño
El derecho a la comunicación, a estar informado, a tener a toda hora el conocimiento de los hechos locales, nacionales e internacionales, de una forma cierta, bien estructurada y capaz de convencernos de la realidad del entorno que vivimos y de cómo se desarrolla la vida de los otros en el mundo o a nuestro alrededor, son parte de un principio universal entronizado a partir del concepto de que todos los seres humanos somos libres, participamos y debemos participar de la construcción de una sociedad en orden y hacia la consolidación de las políticas comunitarias y del bien común, parecen una utopía o una irrealidad para quienes habitamos las tierras colombianas.
La Corte Constitucional de vieja data, en una sentencia del 2013 manifestó: “La Sala considera necesario resaltar algunas características y cualidades de la libertad de información. Se diferencia de la libertad de expresión en sentido estricto en que ésta protege la transmisión de todo tipo de pensamientos, opiniones, ideas e informaciones personales de quien se expresa, mientras que la libertad de información protege la comunicación de versiones sobre hechos, eventos, acontecimientos, gobiernos, funcionarios, personas, grupos y en general situaciones, en aras de que el receptor se entere de lo que está ocurriendo. Es un derecho fundamental de “doble vía”, que garantiza tanto el derecho a informar como el derecho a recibir información veraz e imparcial. Así mismo, la libertad de información supone la necesidad de contar con una infraestructura adecuada para difundir lo que se quiere emitir, mientras que la libre expresión son necesarias únicamente las facultades y físicas y mentales de cada persona para exteriorizar su pensamiento y opinión. Por lo demás, es también una libertad trascendental en la democracia, pues es a través de los medios de comunicación que la ciudadanía está informada sobre los sucesos que los pueden afectar en las decisiones de los representantes políticos o en sucesos del ámbito económico o social de interés general.”
Pero todo esto no es más que letra muerta, que letra que se la lleva el viento y no nos permite más allá de entender que estamos en un país donde los conceptos, principios y razones de ser, del hombre y de su mundo, no son más que mera letra muerta, tal como lo es el contenido general de la carta magna, de nuestra constitución de papel, como la hemos denominado en muchas ocasiones, por cuanto es inadmisible la forma como los medios de comunicación y las informaciones se nos entregan para polarizar a cada instante y de una forma perversa, las relaciones del Estado con los asociados, del gobierno con los gobernados y de los dirigentes políticos con los súbditos, que hemos terminado por ser esclavos de ideas y de conceptos políticos que no hemos aprendido a digerir y que la clase dominante utiliza para reinar en la forma que logra lo que hace el poder: dividir y dividir para reinar sobre el otro y sobre los otros.
Es difícil encontrar día a día formas de entender y comprender la verdadera dimensión del espacio y del tiempo, cuando los medios de comunicación están direccionados por los potentados del capital, por quienes hacen parte del coro que nos ha llevado a una debacle donde el odio, el resentimiento y la malversación de la opinión pública termina generando rencillas y toda clase de atropellos entre unos y otros, para hacernos ver una realidad ajena a la que en el fondo estamos presenciando o podemos valorar cuando de aprobar o improbar al otro en su gestión o empeño por buscar una solución o una salida a la problemática nacional se trata.
Y en medio de todo, vivimos el conflicto, luchamos a brazo partido contra las posibilidades de la convivencia pacífica, generamos los medios y propiciamos las formas para levantar contra las instituciones una voz que no es la nuestra, pero que se coloca en nuestros labios para verter todo sentimiento ponzoñoso y de rivalidades y es cuando tenemos que detenernos, tenemos que pensar y volver a pensar que es hora de empezar a contradecir su contenido, de repensar nuestra posición social y luchar contra las formas de especulación y de barbarie que se ha entronizado en nuestra sociedad.
El hastío informativo que nos lleva a la indiferencia contra las instituciones, también nos ha permitido que podamos comprender que no hay periodismo de respeto y que muchos profesionales de los medios de comunicación están entregados al mejor postor, para pasar este cuarto de hora y sobrevivir en un espacio que nos devora, si no hacemos algo por nosotros mismos, para contrarrestar esa forma de violencia que se antepone como forma de vida en nuestra sociedad.








