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Hambre en el campo: inseguridad alimentaria aumenta en zonas rurales del Huila

May 23, 2025

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Aunque la inseguridad alimentaria en Colombia registró una leve mejoría en el último año, el hambre persiste en zonas rurales y vulnerables como el departamento del Huila, donde el acceso a una alimentación adecuada continúa siendo un desafío diario. El aumento del fenómeno en áreas rurales y en hogares con condiciones precarias evidencia que el problema sigue siendo estructural y requiere atención urgente.

DIARIO DEL HUILA, CONTEXTO

En Colombia, la inseguridad alimentaria mostró una leve mejoría durante 2024 en el contexto nacional, pero el panorama en zonas rurales y hogares vulnerables como los del Huila revela una realidad muy distinta: el hambre y la malnutrición siguen siendo una amenaza constante para millones de colombianos.

Según los datos más recientes del Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE), 14,4 millones de personas en el país están en situación de inseguridad alimentaria moderada o grave. Esta cifra, aunque menor que la del año anterior, refleja una reducción marginal de 0,6 puntos porcentuales, lo que equivale a 167 mil personas menos afectadas. Sin embargo, la inseguridad alimentaria grave, es decir, cuando se pasa hambre de forma constante, aumentó en términos absolutos: 84.000 personas más enfrentan ahora esta crítica situación, para un total de 2,7 millones.

La Encuesta de Calidad de Vida del DANE, que emplea la Escala de Experiencia de Inseguridad Alimentaria (FIES por sus siglas en inglés), de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), es la herramienta utilizada para estas mediciones. La FIES evalúa el acceso a alimentos no solo en términos de cantidad, sino también de calidad, detectando desde la reducción en variedad hasta el hambre severa.

El Huila: entre la reducción y el riesgo latente

En el caso del Huila, uno de los departamentos que logró una reducción estadísticamente significativa en la inseguridad alimentaria grave, la noticia resulta alentadora pero no suficiente. El avance logrado entre 2023 y 2024 es importante dentro del contexto nacional, ya que el Huila se ubica entre los diez departamentos donde se logró mejorar esta situación crítica. Sin embargo, la ruralidad huilense —como en muchas otras zonas del país— continúa siendo profundamente afectada por factores estructurales como el cambio climático, el conflicto armado y la falta de inversión en infraestructura rural.

Las zonas rurales del Huila, en particular los municipios del norte y del sur del departamento, han enfrentado en los últimos años fenómenos de sequía severa, agravados por el fenómeno de El Niño, que han deteriorado los cultivos tradicionales como el café, el arroz, el maíz y el plátano. La producción agroalimentaria, que es la principal fuente de sustento para muchas familias campesinas, se ha visto comprometida, lo que a su vez impacta directamente en el acceso a alimentos en los hogares rurales.

La inseguridad alimentaria se concentra en lo rural

Una de las alertas más relevantes del informe del DANE es el crecimiento de la inseguridad alimentaria en las zonas rurales. La prevalencia de inseguridad alimentaria moderada o grave en los hogares ubicados en centros poblados y rural disperso pasó del 31,2 por ciento en 2023 al 34,2 por ciento en 2024, un incremento de 3 puntos porcentuales. En contraste, en las cabeceras municipales esta cifra disminuyó en 1,7 puntos porcentuales, situándose en el 23 por ciento.

Esto significa que mientras en las ciudades la situación ha mejorado levemente, en el campo —donde habita una gran proporción de la población vulnerable— el acceso a una alimentación adecuada continúa deteriorándose. En departamentos como el Huila, donde aún predominan las comunidades rurales y la economía agrícola, esta tendencia representa un grave riesgo para la seguridad alimentaria y el bienestar de miles de familias.

Según la directora del DANE, Piedad Urdinola, el problema no solo radica en la cantidad de alimentos disponibles, sino también en su distribución y acceso. “No es solamente la producción de comida, es también su distribución. Son también temas ambientales, como lo presentó la FAO, la crisis climática, así como los conflictos son factores que impiden que estas cifras mejoren a la velocidad que nosotros quisiéramos”, puntualizó.

Características que agravan la situación

El informe del DANE también revela que existen características específicas de los hogares que agravan la inseguridad alimentaria. Los hogares con déficit habitacional —es decir, aquellos que viven en viviendas con deficiencias estructurales— registran una prevalencia del 40,4 por ciento de inseguridad alimentaria, el doble del nivel registrado en hogares con condiciones adecuadas de habitabilidad (19,5%).

Asimismo, el género y el nivel educativo del jefe o jefa del hogar son factores determinantes. Los hogares liderados por mujeres registraron una prevalencia del 28,2 por ciento, mientras que aquellos con jefatura masculina se ubicaron en el 23,1 por ciento. La diferencia es aún más pronunciada en hogares encabezados por personas sin ningún nivel educativo, donde la inseguridad alimentaria alcanza un preocupante 47,4 por ciento, frente al 12,5 por ciento en aquellos cuyo jefe o jefa tiene educación superior.

En el Huila, donde aún persiste una alta proporción de hogares rurales con baja escolaridad y donde muchas mujeres lideran núcleos familiares, estas cifras cobran especial relevancia. Programas de educación rural, fortalecimiento de la economía campesina y empoderamiento femenino resultan indispensables para combatir este fenómeno de forma integral.

La infancia y la discapacidad: víctimas silenciosas

Los hogares con presencia de niños menores de cinco años, menores de 18 años o personas con discapacidad también están más expuestos a inseguridad alimentaria. Las cifras del DANE indican que la prevalencia de este problema en dichos hogares es de 31,5%, 29,7% y 35%, respectivamente, todos ellos superiores a los porcentajes registrados en hogares sin estas condiciones.

En un departamento como el Huila, donde muchas familias numerosas viven en zonas apartadas, estos datos refuerzan la urgencia de implementar estrategias diferenciadas de atención alimentaria y nutricional para proteger a las poblaciones más vulnerables, especialmente a los menores de edad y a las personas con discapacidad.

Por el contrario, la presencia de adultos mayores en los hogares parece tener un efecto protector: la prevalencia de inseguridad alimentaria fue de 24,4 por ciento en hogares con al menos un adulto mayor, frente a 26,1 por ciento en aquellos sin adultos mayores. Esto podría explicarse por la existencia de subsidios o programas sociales focalizados en la tercera edad.

El llamado de la FAO: resiliencia rural y consolidación de la paz

Agustín Zimmermann, representante de la FAO en Colombia, hizo un llamado urgente a reforzar las inversiones en los sistemas agroalimentarios rurales como vía para enfrentar el hambre. Destacó que eventos climáticos extremos como El Niño han golpeado con especial dureza a las zonas rurales durante el último año, reduciendo su capacidad de producción y almacenamiento de alimentos.

“El conflicto y los desplazamientos en las zonas rurales también han provocado un incremento en inseguridad alimentaria. Es prioritario invertir en resiliencia y consolidar la paz. El primer punto del Acuerdo de Paz, la Reforma Rural Integral, precisamente hace referencia a eso, y esa es otra de las causantes de generación de inseguridad alimentaria”, afirmó.

En el Huila, históricamente afectado por el conflicto armado y donde aún persisten disputas por tierras, el cumplimiento de esa reforma resulta esencial. Sin una transformación profunda del campo huilense, la seguridad alimentaria seguirá siendo una promesa lejana para cientos de comunidades campesinas e indígenas.

Una meta continental aún posible

A pesar de los desafíos, la FAO insiste en que América Latina aún tiene la posibilidad de alcanzar el Objetivo de Desarrollo Sostenible número 2: erradicar el hambre para 2030. Para ello, advierten que se deben conectar mejor los circuitos agroalimentarios entre campo y ciudad, mejorar la información sobre precios y garantizar acceso estable a los alimentos.

“Colombia es un caso claro: tres años consecutivos reduciendo su inseguridad alimentaria. Si mejoramos los sistemas de protección social, estabilizamos los precios y fortalecemos los circuitos de producción y consumo, todavía hay oportunidad”, sostuvo Zimmermann.

Aunque Colombia muestra avances en términos generales, el crecimiento de la inseguridad alimentaria en zonas rurales como las del Huila enciende una alarma que no puede ignorarse. Reducir el hambre no solo depende de producir más alimentos, sino de construir un país más equitativo, donde todos —especialmente los más vulnerables— tengan acceso permanente a una alimentación adecuada, saludable y digna.

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