Diario del Huila

Hablemos señor alcalde

May 24, 2025

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Por: Amadeo González Triviño

Los procesos históricos no nos engañan. En cada periodo electoral los candidatos tienen la virtud de deambular por calles, veredas y cantinas, abrazando a por doquier a cuanto transeúnte encuentran, repartiendo besos y siendo generoso en el lenguaje para con sus ocasionales contertulios, prometiendo ésta vida y la otra y manifestando su voluntad de sacrificio por las comunidades o al menos con algunos sectores populares, a los cuales, nunca antes había visitado y como osados conquistadores, llegan a impresionar y comprometer un voto, claro está, que por delante van los dadivosos que previamente han repartiendo bultos de cemento, dulces o confites, según las preferencias del zinc o de la baldosa que se necesite.

Una vez elegidos, tienen la virtud como las comadrejas, de ocultarse y buscar a toda costa evitar volver a los sitios frecuentados o al menos contestar el saludo de aquellos que un día, se dieron la pela por un voto, para compensar un tamal, un aguardiente o una promesa que como es de esperarse, nunca se ha de cumplir y nunca se cumplirá.

Hemos tratado de buscar dentro del contexto de la historia de nuestras ciudades, una razón de entender como esta manida forma de hablar de democracia, no es más que un remedo de algo que algún día se creó, para engañar o tergiversar el rol de las comunidades, frente a supuestos líderes que se presentan como los ungidos para manejar los recursos del municipio, ojo, para manejar los recursos del municipio, para aprovechar el cuarto de hora y enriquecerse con sus allegados y nunca para contribuir en la construcción de un posicionamiento geográfico, social y humano que permita generar y contribuir formas de un mejor estar en condiciones de vida dignas y representativas para las comunidades, como debería ser.

Es por eso, que surgen y se presentan algunos mandatarios en los cuales, la francachela, las ferias, los eventos rancheros o vallenatos y la parafernalia de los reinados, son todo el epicentro de su actividad para distraer y reformular el mismo ritmo de los antecesores y seguir en el periplo que otrora nos enseñaron los romanos cuando se advirtió que al pueblo solo hay que darle pan y circo, pan y circo, para mantener a las gentes contentas y distraídas de lo que realmente sucede dentro de sus administraciones, o de la forma como se distraen los recursos públicos.

Una ola invernal como la que se vive en los actuales momentos en todo el país, llama la atención cuando muchas provincias no tienen políticas de prevención o de solución inmediata o a largo plazo, al menos, estrategias para soliviar las necesidades de las comunidades, urbanas y rurales, cuando no se tiene un plan de ordenamiento básico que sea parte de un proceso consensuado con los habitantes y que a su vez, exista previamente adoptado el plan obligatorio de hacer un mapa de riesgos, de inundaciones, de avalanchas y que permitan el reasentamiento de todos aquellos que puedan ser víctimas de los desastres naturales, como lo exigen las políticas actuales. Se requiere ese proceso complejo, en el cual, primero que todo, hay que conocer el entorno, saber dimensionar la región, participar en procesos de solidaridad directamente con cada sector poblacional y proyectar mecanismos y procesos de valoración geográfica y científica, debidamente asesorados no por esas corporaciones del medio ambiente que solo saben beneficiarse de su rol, o que solo son parte de una pantomima de defensa de la naturaleza, y encarnan en lo profundo una politiquería y un abuso del poder a todas luces contraria a los lineamientos requeridos por el hombre del siglo veintiuno.

Muchos pueblos del centro del Departamento se encuentran hoy huérfanos de políticos y de políticas coherentes con las proyecciones y necesidades de las comunidades y no es contratando o aprovechándose de los informadores que manejan medios de comunicación sin profesionalismo a quienes se les “pintan pajaritos en el aire” y ver cómo se hincan de rodillas, como siervos sin cuestionar la realidad que se desmorona día a día en nuestro medio.

Por eso, considero que es necesario que los alcaldes hablen sinceramente con las comunidades, y que ese acercamiento sea diario y permanente y que cuando el ciudadano de a pie, pida una audiencia o le diga al mandatario “hablemos, señor alcalde”, se den las opciones de consensuar modelos sociales de beneficio comunitario y se proyecten los procesos políticos y los recursos fiscales, hacia las formas de generar ese papel de ser dinamizador de su región, en beneficio de todos sus habitantes.

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