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Gaza: el último clavo en el ataúd de la Declaración Universal de los Derechos Humanos

Jun 25, 2025

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Por Alfredo Vargas Ortiz

Abogado y docente de la Universidad Surcolombiana

Doctor en Derecho, Universidad Nacional de Colombia

Mientras los vientos de guerra soplan con fuerza en el Medio Oriente, particularmente ante la creciente tensión entre Israel e Irán, los recientes acontecimientos demuestran una amarga verdad: una guerra puede terminar rápidamente si el poder hegemónico de Estados Unidos decide intervenir. Lo muestran los medios de comunicación. Sin embargo, Europa guarda un silencio cómplice ante la flagrante violación del Derecho Internacional Humanitario, y pocos países se atreven a cuestionar abiertamente el accionar del imperio yanqui, que, si así lo quisiera, podría frenar la barbarie israelí e imponer sus condiciones con solo voluntad política.

Lo verdaderamente lamentable es que, mientras el mundo debate, Israel —calificado por muchos como un Estado genocida— continúa su ofensiva brutal contra Gaza. La dimensión del horror supera ya lo ocurrido en Auschwitz y en los más de mil campos de concentración construidos por los nazis para exterminar a judíos, cristianos, gitanos, homosexuales y otros grupos perseguidos. Aquellos horrores, en su momento, permanecieron en la clandestinidad. La información era escasa, y el mundo se estremeció solo cuando las fuerzas aliadas liberaron esos campos y descubrieron las miles de víctimas famélicas, mutiladas por el hambre y el odio.

Pero Gaza no es un secreto. La información es abundante, y los medios han pagado con sus propias vidas el acto de registrar, en tiempo real, las violaciones masivas a los derechos humanos y al derecho internacional humanitario. Se estima que la magnitud de los bombardeos israelíes equivale a la detonación de al menos seis bombas atómicas. La destrucción es masiva, sistemática e indiscriminada.

Este genocidio ha dejado ya más de 70.000 muertos: el 50 % son niños, el resto en su mayoría mujeres, ancianos y civiles no combatientes. Todos víctimas de la indiferencia de un mundo que parece haber olvidado que, en 1948, tras los horrores de la Segunda Guerra Mundial, se comprometió a defender la vida, la integridad, el debido proceso, el derecho a no ser desplazado, y a garantizar los derechos más elementales de todo ser humano. Ese compromiso dio origen a un sistema internacional de protección de derechos que hoy está en ruinas, sin credibilidad, sin eficacia, y totalmente sometido a los intereses de los países ricos, que ondean discursos sobre libertad, igualdad y fraternidad, pero que cierran los ojos cuando se trata de los pueblos oprimidos.

Hoy, enseñar la Declaración Universal de los Derechos Humanos parece un acto vacío. Gaza ha sellado su destino como símbolo del fracaso del orden internacional. Como bien lo expresó Michael Lynk, portavoz de la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos: lo que ocurre en Gaza es el último clavo en el ataúd de la Declaración de Derechos Humanos.

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