Por: Mario Solano
La fugacidad política de ciertos expresidentes es fascinante y revela dinámicas estructurales profundas en la élite del poder. Es una realidad palpable en nuestra historia política reciente: Al dejar la casa de Narino, parecen desvanecerse en la irrelevancia doméstica. La principal clave de esta falta de trascendencia reside, en el origen de su mandato. Cuando un presidente no emerge de una base política autónoma sino que es, un heredero designado por una figura de poder preexistente, su capital político intrínseco es limitado. Su ascenso se debe más a la lealtad y a la maquinaria del padrino que a una conexión carismática o programática directa con el electorado. Tienen una legitimidad prestada al no haber forjado su propio recorrido, la legitimidad de su liderazgo es prestada. Una vez que el mentor o la estructura que lo impulsó retira su apoyo, su poder residual es mínimo. El expresidente no posee una «marca» política propia que pueda seguir capitalizando. otro factor decisivo es el comportamiento que estos exmandatarios adoptan inmediatamente después de dejar el cargo. En lugar de consolidar su base de apoyo, participar en el debate nacional o contribuir a la vida del partido que supuestamente representan, muchos optan por el exilio social, mostrando un claro desinterés o distanciamiento del contacto con el pueblo que gobernaron. El expresidente, que en su momento fue la máxima representación del Estado, deja de asistir a actos cívicos, de opinar sobre las problemáticas locales o de interactuar con las bases políticas. El nuevo foco se traslada al ámbito internacional. Les resulta más atractivo cultivar relaciones con personajes del exterior, fundaciones globales, conferencias de alto nivel, think tanks y la élite de la diplomacia internacional. Este circuito ofrece una validación de estatus y un reconocimiento que han perdido en casa, manteniendo el glamour sin el esfuerzo y el riesgo de la política de trincheras local. La trascendencia política no se basa en el poder formal, sino en la conexión afectiva y simbólica con la sociedad. Estas son las explicaciones del porque la mayoría de nuestros expresidentes de la ultima décadas no tienen relevancia política en las bases electoras de nuestro país. Prefieren la vida de la élite burocrática internacional a la politica regional del sancocho, del riesgo local.








