Recientemente la Federación Nacional de Cafeteros, a través de su centro investigativo Cenicafé, presentó “Umbral”, un nuevo varietal de café que fue diseñado para resistir el calor y adaptarse mejor a las condiciones del cambio climático. Contaban desde Cenicafé que detrás de este nuevo varietal hay más de 30 años de investigación y mejoramiento genético, hasta alcanzar esta sexta generación (F6), que es el punto en el que la planta muestra fiabilidad para producir semilla a escala, es decir, que pueda ser replicable por millones. Hoy este varietal está en prueba en 9 fincas de distintas regiones del país para analizar su rendimiento, y la Federación espera que esté disponible para distribuirla a los caficultores a partir de 2027.
Examinemos primero de dónde surge la necesidad de desarrollar este varietal. Umbral permite ser cultivado desde los 850 metros sobre el nivel del mar, justamente en esas escalas térmicas donde el aumento de la temperatura ha ido comprometiendo la siembra del café. En Colombia tenemos municipios que en su día fueron cafeteros y que con los años, tuvieron que abandonar el cultivo por el calor, como Rivera o Aipe, en el Huila. Estos municipios y algunos similares por todo el país, podrían volver a ver en el café una oportunidad económica. La Federación dice que si su cultivo resulta exitoso, Umbral podría ayudar a que el país se acerque a producciones futuras de 20 millones de sacos anuales sin sacrificar la calidad del grano, y competir más fuerte con el segundo productor mundial, que es Vientam.
¿Y por qué la nombraron así? Veía algunos comentarios en redes diciendo que el nombre no era el más atractivo. Pero, investigando, tampoco es casualidad. Con “Umbral”, Cenicafé quiere marcar el comienzo de una nueva etapa para la caficultura en zonas complejas, destacando la ciencia, sostenibilidad y resiliencia colombiana.
Que hoy exista una variedad así no se debe al azar, sino a una institución que ha sido capaz de sostener programas de investigación durante décadas. Cenicafé, el centro nacional de investigaciones financiado por los propios cafeteros a través del Fondo Nacional del Café, lleva desde 1938 produciendo tecnologías para aumentar la productividad y la competitividad del sector, y del país mismo. En parte gracias a ellos Colombia ha mantenido su puesto fijo en el podio mundial del café. Por otro lado, la Federación que se encarga de administrar ese Fondo, mantiene este tipo de iniciativas y desarrollos en el tiempo, entre ellos uno que me encanta desde que entendí su existencia, algo que llaman la “garantía de compra”. Esto, de manera sencilla, es un sistema que asegura al productor la venta de su café, con pago de contado, entregable en su cooperativa más cercana, al mejor precio base de mercado internacional y todos los días del año. Algo único en la industria mundial del café. Es decir que, si quiero vender mi café hoy para invertir en mi cosecha, o simplemente adelantarme con los regalos de navidad, me reciben mi cosecha y me pagan hoy mismo. Garantía que también se ve con envidia por todos los demás productores agrícolas de Colombia.
He tenido la oportunidad de visitar varios países cafeteros de Centroamérica y conversar con muchos dirigentes. Y siempre me dicen lo mismo, siempre la misma sensación de sana envidia: “ojalá tuviéramos una Federación como la de ustedes, aquí todo lo manejan unas cuantas familias y deciden la realidad de todos”. Desde afuera realmente valoran lo que en Colombia a veces damos por sentado, como esta Federación que compra, investiga, presta extensión y, con todos sus defectos, que también son muchos, logra llegar a rincones donde ni el mismo Estado llega. No deberíamos esperar a que nos hagan falta sus estructuras para reconocer el buen trabajo que también se ha hecho.
Y con esto no pretendo lavar la imagen a la Federación ni tampoco esconder algunos episodios que han manchado el trabajo de tantas personas durante casi 100 años. Personalmente no comparto la forma en que algunas de sus marcas comerciales compiten en el mercado interno con el resto de la industria, ni ver a veces que la línea entre bien público y el negocio propio se vuelva tan estrecha. Y considero que ahí la crítica no solo es válida, sino también necesaria.
Pero también sería injusto ignorar que, puertas adentro, la Federación está llena de personas con mucho valor y grandes corazones. Colombianos investigadores, extensionistas, baristas, tostadores, analistas, agentes comerciales y líderes regionales que dedican su vida entera a que la caficultura nacional sea más productiva y más digna para las familias cafeteras colombianas. Umbral es solo un pequeño ejemplo de ese trabajo silencioso de tantas personas que no sale en las noticias ni en las redes sociales, pero puedo dar fe de que como este, desde la institución vienen trabajando en muchos otros frentes para mantener el nombre del café de Colombia en el podio mundial.
Con el aroma de un café Entorno, los saludo,
Santiago Ospina López








