Por: Carlos Tobar
Con alguna frecuencia reviso la información financiera en la economía mundial. Casi que a diario hago seguimiento a la evolución de los mercados a nivel mundial y nacional. Es indudable la imbricación de todas las actividades económicas, especialmente las financieras luego de 70 años de predominio del dólar como moneda mundial de acumulación e intercambio. Ha sido la impronta que los EE. UU. ha dejado sobre todo el planeta.
Que la posición dominante se mantiene es indudable. Siguen imperando las normas establecidas por la gran potencia de occidente. Pero, y aquí hay que remarcar un gran, pero, ya la posición hegemónica de los Estados Unidos está en discusión. Es inocultable el surgimiento y consolidación de otras economías: China, Japón, el sureste asiático, Europa, Brasil, México, Canadá, los países petroleros y, en general el avance evidente de decenas de países en desarrollo. Todos con un crecimiento importante de la economía real y, también de un poder financiero importante.
Hacia el último tercio del siglo pasado la economía norteamericana llegó a representar casi el 50% del PIB mundial; hoy escasamente se acerca al 20%. La correlación de fuerzas ha cambiado sustancialmente. Con un item nada despreciable: la gran fábrica del mundo está asentada en China.
No obstante, estos hechos evidentes, las normas financieras, empezando por la moneda mundial, siguen siendo las establecidas por las autoridades estadounidenses en los últimos 70 años. Reglas que dan unas prerrogativas exorbitantes a los gobiernos de los EE. UU. De las que han abusado en contra del resto de las economías del mundo.
El régimen unilateral de sanciones económicas; las actividades abiertamente especulativas en los mercados financieros: deuda pública y privada desbordada, monedas virtuales tipo bitcoin, derivados altamente sofisticados sin control alguno. Y, ahora la decisión unilateral de cambiar las reglas de comercio con la aplicación arbitraria y desproporcionada de aranceles tienen a todos los países, empresas, sectores productivos, operadores de mercados financieros…, en gran incertidumbre.
Las voces que denotan preocupación y llaman la atención sobre indicios graves que amenazan la economía del mundo occidental pululan. La directora del FMI, Kristalina Georgieva, afirmando que “la incertidumbre es la nueva normalidad”, llamando a “abrocharse los cinturones” advirtiendo sobre las crecientes probabilidades de una corrección “desordenada” del mercado mundial.
Diversos analistas señalando que “la madre de todas las crisis monetaria está en el horizonte” a propósito del crecimiento desbordado de la deuda mundial, no solo de los países en desarrollo, sino de los países ricos.
O la preocupante actitud especulativa en las bolsas de valores por los activos de corto plazo, buscando la ganancia inmediata, cuando la capacidad de crear riqueza del aparato productivo norteamericano en el largo plazo está en entredicho.
Y, muchas otras llamadas de atención que no alcanzo a reseñar están indicando que nos acercamos a uno de esos momentos Minsky que presagian una crisis de grandes proporciones.
Neiva, 27 de octubre de 2025








