Por: Santiago Ospina
¿Cómo no estar de acuerdo? Qué lujo sería para nosotros los colombianos vivir la misma suerte que los ciudadanos canadienses, franceses o alemanes, y tener un gobierno verdaderamente eficiente tanto en la compra como en la producción de medicamentos. Sin embargo, en Colombia, esa idea es industrialmente inviable.
Empecemos por el primer punto, ¿Quiénes manejarían esos recursos públicos? Históricamente el Estado colombiano no se ha caracterizado por manejar eficientemente los recursos en casi ningún ámbito. El gobierno nacional actual, por su parte, ha demostrado una y otra vez negligencia y deficiencia en el manejo de los ahorros del pueblo. No han sido capaces en un lapso de 3 años de llevar agua potable a una región del país que realmente la necesita y que depositó su confianza en el movimiento político. Se desaparecieron cerca de 3 billones de pesos destinados a estas causas, y en lugar de asumir responsabilidades como lo haría una empresa privad vigilada por el Estado, nos indujeron en otra novela que la Fiscalía todavía no logra descifrar. Si con La Guajira fracasaron en resolver problemas de primera necesidad, ¿cómo pretenden administrar algo tan delicado y complejo como la compra de medicamentos a nivel nacional?
¿Quién se encargará de esta tarea? ¿Benedetti? Los colombianos pagamos altos impuestos, en parte para financiar sueldos desmedidos de nuestros líderes que superan los 52 millones de pesos mensuales, con el anhelo de que nos guíen las personas más capacitadas entre los 50 millones de ciudadanos, para que gestionen y resuelvan con eficacia las grandes problemáticas del país.
Como ciudadano contribuyente, preferiría sin lugar a duda que con el presupuesto que ahorramos e invertimos entre todos, contratáramos profesionales de primer nivel que no vengan a aprender, sino que traigan experiencia en la compra de medicamentos en multinacionales como Celesio AG, Walgreens Boots, Cardinal Health o CVS Health. Personas que entiendan y manejen con profesionalismo los procesos de compra pública, que tengan las conexiones y la experiencia para negociar directamente con las grandes farmacéuticas como Pfizer, Novartis, Johnson & Johnson o Bayer. Profesionales a quienes se les pueda exigir resultados y rendición de cuentas, no como los enchufados del gobierno de turno, que terminan siempre regando culpas y lavándose las manos. Con la salud pública no nos podemos dar el lujo de que el ‘cambio’ sea para peor.
En segundo lugar, fabricar medicamentos en Colombia para todo el mercado nacional es un proyecto estructuralmente inviable. Nuestra realidad industrial está definida por la escasa inversión extranjera y el poco fomento al sector privado local. No tenemos la infraestructura adecuada, nuestra regulación es débil y engorrosa, y ni nos adentremos a hablar acerca de la corrupción dentro de los procesos de control de calidad. Como si fuera poco, los profesionales colombianos que sé que existen y sí serían capaces de desarrollar un proyecto de esta envergadura, se fueron hace muchos años con la fuga de talentos.
Incluso países con muchos más recursos que Colombia han intentado sin éxito posicionarse como fabricantes de medicamentos, despilfarrando pérdidas millonarias que a la final son asumidas por el propio pueblo, cada día más enfermo, generando daños patrimoniales enormes. Basémonos en ejemplos puntuales como Pakistán, Nigeria y Venezuela.
La compra centralizada de medicamentos por parte del Estado no es la solución, sino más bien, la raíz de futuros problemas mayores. La pregunta en la consulta que propone el gobierno se vende como un salvavidas ante la difícil situación médica actual, pero es fácil entrever que sería el detonante de mucha más negligencia, corrupción y despilfarro.
Comparo este análisis con la industria de la maquinaria pesada. Nuestro Estado no cuenta ni con la logística, ni con el conocimiento ni con la experiencia necesaria para producirlas, así que las importamos, y eso está bien. Aceptamos que hay otros que lo hacen mejor, que tienen la infraestructura para ello, y nos beneficiamos de tratados bilaterales donde como país tenemos mucho que ofrecer en ámbitos que ellos carecen, como nuestra variada oferta de productos agrícolas. Proponer una idea tan inviable sería solo un terreno fértil para nuestros principales males, la corrupción y el despilfarro de los recursos públicos.
Lo mejor, por lejos, es hacer alianzas estratégicas que nos permitan contar con precios y tiempos preferenciales, atraer profesionales de primer nivel para el sector de la salud y garantizar una cadena de importación y distribución altamente eficiente y transparente para todos los colombianos. Es nuestra mayor esperanza para garantizar más cobertura y asistencia para el pueblo, sin caer en falsas promesas ni errores costosos.








