¡Eso no huele a café!
Ruber Bustos Ramírez
Yo no sé ustedes, pero yo me siento viendo a la Selección Colombia como cuando uno espera que el agua hierva y nada… se queda tibia, insípida. Es que uno se alista con camiseta, bandera, buzo de la buena suerte, se hace el tintico bien cargado, y cuando arranca el partido… ¡plop! Nada que ver. Ni aroma, ni cuerpo, ni carácter. Como dicen por ahí: “no le pegan ni al perrito con la chancleta”.
Y ojo, no estoy diciendo que sean malos. No, no. Lo que pasa es que a estos muchachos como que les falta ese empujoncito, ese remate, ese sabor de hogar… ¡ese cafecito de finca que lo pone a uno piloso! Porque talento tienen, pero actitud, ¡ay, mamita! Se ven más perdidos que aguacate en caldo de gallina.
Y eso duele, porque les llaman los Cafeteros, y representan a un país que no se rinde, que se levanta con las botas puestas y la frente en alto. Un país que ha aprendido a pelearla con las uñas, con amor y con verraquera. Uno, que es cafetero, sabe lo que es darlo todo hasta el último minuto. Aquí no se rinde nadie. Si toca cargar bultos bajo la lluvia, se cargan. Si hay que madrugar con frío y barro, se madruga. Si el grano está verde, se espera. Pero nunca, jamás, se deja de luchar por la cosecha.
Y eso es lo que a esta Selección le está haciendo falta: una buena dosis de verraquera cafetera.
Porque nosotros, los que cultivamos la tierra y el café, jugamos en equipo sin uniforme bonito ni estadio con luces. Pero tenemos corazón, disciplina y ese amor por lo que hacemos que ni el sol ni la sequía nos quita. Entonces, ¿cómo es posible que ellos, que llevan el nombre del país en el pecho, salgan como si fueran a una caminata dominical?
Yo propongo que en vez de darles agua con electrolitos, les den café huilense en la media parte. A ver si se despiertan, espabilan y por fin juegan como si les importara. Que aprendan del campesino que no espera aplausos, pero siempre da el 100%.
No se trata de ganar siempre, porque perder también es parte del juego. Pero lo que no se perdona es la falta de ganas. La Selección es nuestro espejo, ¡y ese espejo últimamente está empañado! ¡Límpienlo con un trapito de café!
Así que, queridos jugadores, si nos van a representar, háganlo con el alma, como lo hacemos nosotros con cada grano que tostamos con orgullo. Porque aquí abajo, en las montañas, la camiseta también se suda… pero con amor.








