Por: José Eliseo Baicué Peña
Aristóteles decía que el ser humano, por naturaleza, es un animal político destinado a vivir en comunidad y, que, por eso, necesita de la política para poder realizarse de manera plena.
Sobre la política, explicaba que es el arte de dirigir y construir las polis con el propósito de alcanzar la felicidad de sus ciudadanos viviendo en convivencia. Precisaba que la política no se circunscribe solo al poder, sino, que busca el bien colectivo destacando que la comunidad es lo más importante y la razón de ser de la política. Es decir, no la concebía a la política como el arte de gobernar, sino, como el medio para lograr la satisfacción plena, la felicidad.
En ese sentido, desde el ejercicio de la política se debe promover integridad de los ciudadanos involucrando la educación, la organización, la aplicación de las leyes y la satisfacción de las necesidades básicas en aras del desarrollo de la persona.
De todo esto, incluye el establecimiento de un gobierno justo que promueva y respete los derechos de los ciudadanos garantizando la igualdad y su bienestar.
Desde esta perspectiva, se considera que los gobernantes, líderes, dirigentes y jefes de Estado son actores principales del ejercicio de la política y, por ende, sus decisiones marcan derroteros claves para el desarrollo o no de sus poblaciones.
Entonces, el nuevo papa, León XIV (Robert Francis Prevost), jefe de Estado y líder de la comunidad católica que hoy cuenta con más 1.300 millones de feligreses, se erige como una gran figura política no tradicional que orienta y pregona la bondad, la igualdad, la justicia y la felicidad de toda esta población.
Además, de que, en el contexto internacional, el sumo pontífice influye poderosamente en el imaginario moral y diplomático, destacándose como mediador en los diferentes conflictos mundiales. Indudablemente, la figura papal es considerada como uno de los más grandes líderes a través de la historia.
No es un secreto que la Santa Sede ejerce una influencia muy marcada en las grandes decisiones del mundo. Mantiene relaciones diplomáticas con muchos países y conserva su representación en las Naciones Unidas lo que le permite participar en discusiones globales y trascendentales.
Así mismo, el obispo de Roma es un jefe de Estado, de la ciudad del Vaticano y, aunque su autoridad política se centra solo en ese país, su influencia es evidente en muchas otras naciones, de manera directa o indirecta. Es una figura global. De eso, no hay duda.
Que Dios Poderoso ilumine sus decisiones y que el impacto de las mismas tenga eco positivo en el devenir de una humanidad que hoy se debate en medio de conflictos de diversa naturaleza, y ad portas de una tercera guerra mundial que amenaza al mundo moderno.
Habemus Papam








