Diario del Huila

En el corazón de un alfarero

Sep 29, 2025

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Por: GERARDO ALDANA GARCÍA

El corazón de un alfarero en el Huila es, ante todo, uno que lentamente se apaga cuando el oficio noble y plástico legado por nuestros ancestros indígenas precolombinos de la zona sur del departamento, padece la amenaza de su desaparición. Un corazón así, con ritmos que, cada década, cada año, se hacen más lentos, palpita, en buena hora, gracias a la dedicación de oficiantes del arte popular que hacen del barro, de la arcilla, ese elemento afín a la naturaleza humana, el instrumento mediante el cual cantan a su entorno las señales del universo y el cosmos que han descubierto para plasmar, en grafismos coloreados en engobes de tantas tonalidades, la forma de su íntimo relacionamiento con la madre natura y sus criaturas.

Tuve la oportunidad, el pasado fin de semana, de visitar, junto a ilustres personalidades, los talleres de dos maestros connotados del sur del Huila: uno en Pitalito, Mario Ayerbe González, y, en San Agustín, Alberto Llanos. En cuanto a Mario, como cientos o miles de colombianos y extranjeros, yo he tenido una sensible inmersión hacia el mundo plástico de sus óleos sobre lienzo, llenos de tantos colores que, en armonías ya abstractas o figurativas, llevan fácilmente al observador o curador a un viaje con rutas indeterminadas hacia lo ignoto del cosmos, o a lo infinitesimalmente pequeño y grande del ser interior particular.

Pero, en esta ocasión, observar cómo su taller y estudio, en el sector La Terraza de Pitalito, exhibe piezas en proceso y obras en arcilla, en formas artísticas o artesanales, con impecable técnica y asombrosos diseños, resulta realmente estimulante para quien sabe y valora el barro hecho artesanía, hecho arte. Es claro que Mario es un artista tan versátil, con inspiración, técnica y propuestas capaces de concebir y plasmar el arte visual que da vida, ya sea a un mudo lienzo, a una escultura o a una artesanía, como en este caso, vivificada en la dúctil textura de arcillas de minas de excepcional calidad en el Valle de Laboyos.

El periplo, que fue acompañado por la Secretaria de Cultura del Huila, María Liliana Quimbaya Bahamón, y el director de la Emisora Cultural La Huilense, Omar Huepaz, nos llevaría luego a La Estrella, en un área rural de San Agustín, hasta el taller del alfarero y ceramista Alberto Llanos. Él es un hombre que parece hecho para el barro, y él mismo parece hecho de barro. De contextura delgada, manos largas y dedos tan gráciles que no procesan la arcilla, sino que la acarician bajo la contemplación de esa mirada tranquila por la que se filtran las imágenes cuya exploración le lleva al mundo pretérito de oficiantes del barro en el Ullumbe, hoy San Agustín, para plasmar, casi dos o tres milenios después de la existencia e inexplicable desaparición de tan colosal comunidad, caracteres de este pueblo ausente, materializados hoy en barro mutante hacia colores café, amarillo, rojo, verde, etc., en trazos tan finos, precisos y delicados, en armonías y formas realmente estimulantes de paz, amor y respeto por el maestro alfarero, por su cultura, y por la identidad regional.

En verdad que hombres como Mario y Alberto, artistas y artesanos como ellos, son un edificante motivo para valorar las raíces que delinean el alma del ser huilense y, en consecuencia, preservar el oficio de la alfarería. De hecho, llamó profundamente la atención el interés de la jefa de la cartera de Cultura del Huila en impulsar la iniciativa local para los dos municipios, orientada a establecer un proyecto de Taller-Escuela, en donde nuevas generaciones se nutran del saber de tan pocos alfareros que quedan en el territorio, para bien de la cultura huilense.

Al cierre de tan placentero viaje por el sur del Huila, habiendo presenciado una jornada institucional entre el Departamento, el Municipio y la Corporación Pitalito Ciudad Museo, que buscan ante la UNESCO la certificación de «Pitalito Ciudad Creativa», y haber visitado igualmente los estudios de los maestros Javier Chinchilla y Carlos Calderón en Pitalito, estaríamos bajo el manto de una noche de luces que otea sobre las montañas que acunan el valle urbano de San Agustín, en donde pudimos celebrar, junto con el escritor Melquisedec Garcés, la publicación de su sexto libro: San Agustín Siglo XX: Nuestra Herencia. Un certamen profusa y ricamente concurrido por notables personalidades del orden nacional, departamental y local, reunidos para contemplar y admirar la virtud del entrañable creador que camina en las raíces históricas de agustinenses influyentes y determinantes en la conformación de lo que fue y lo que es hoy la comunidad de la campiña Patrimonio Cultural de la Humanidad desde 1995: San Agustín.

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