Por: Carlos Tobar
Con la inscripción de los candidatos al congreso de la república empieza la contienda electoral del año 2026. Con este primer acto se determinará la composición de las fuerzas políticas que darán forma al nuevo congreso: Senado y Cámara. Todos los sectores sociales del país se manifestarán a través de partidos, movimientos, coaliciones, organizaciones ad-hoc que presentan a consideración de los electores a sus diferentes aspirantes.
En estas elecciones hay un hecho singular que no es de poca monta. Por primera vez en muchas décadas las organizaciones políticas afines a las élites tradicionales no tendrán a su servicio el peso de la estructura de poder estatal, sobre todo la del nivel nacional. Hoy ese poder lo ejerce la oposición de “izquierda” bajo la dirección del presidente Petro. Serán sus fuerzas políticas afines, las que buscarán usar ese poder para orientar ciudadanos hacia sus listas. Algo que debería fortalecer sus pretensiones, tal y como lo ha hecho saber el propio presidente de la república.
Mientras tanto las fuerzas políticas afines a los partidos tradicionales empezando por los partidos liberal y conservador, así como sus adláteres de todas las tonalidades, tendrán que realizar su ejercicio comicial sin el apoyo de la burocracia estatal, los contratos, las canonjías del poder, los programas oficiales, en fin la inversión pública. Un hecho que los debilita de manera sensible.
Aunque este es un hecho nuevo, no quiere decir que tales prácticas resuelvan la contienda electoral. Un componente vital y de gran importancia es la propuesta de cambio hacia el progreso que demanda la ciudadanía. Lo diferente frente a lo que ha sido una política fracasada por solucionar las aspiraciones sociales de los colombianos. Tanto las de este gobierno que se ha mostrado incapaz de conducir el país hacia ese sueño colectivo, como las de los gobiernos que lo antecedieron que tuvieron comportamientos similares.
En este escenario es que se abre el espectro para que nuevos actores entren en juego. Nos parece que hay que hacer corte de cuentas con varias políticas fallidas que han impedido que encontremos el camino del progreso social. La primera es reconocer que como país hemos fallado en la tarea de transformar a Colombia como una economía prospera, independiente, moderna en camino a los puestos de preeminencia mundial. No hemos tenido un propósito nacional en ese sentido. No protegemos nuestro mercado interno, que, significa velar porque la creación de riqueza se utilice de manera preferente en el desarrollo propio: miles de empresas en todos los campos y sectores con millones de empleos para los nacionales colombianos. Hay que darle un vuelco total a nuestras aspiraciones como nación, porque hasta ahora solo hemos incorporado a la modernidad económica y social, en el mejor de los casos, a un 30% de la población: un 70% está excluido.
La segunda es hacer corte de cuentas contra el mito de 70 años que ha justificado de una u otra manera la violencia en la vida política y social del país. Si queremos avanzar con paso firme hacia la prosperidad debemos erradicar todo tipo de violencia, especialmente la delincuencial. La falsa disyuntiva que algunos han pretendido vender para dividirnos entre “guerrillos” y “paracos” es una total mentira: somos mucho más que eso. La inmensa mayoría somos gente de trabajo, alegre, solidaria, amable con unas ganas inmensas de trabajar para cambiar a Colombia.
Hagamos de esta contienda electoral una batalla por reencontrar el camino perdido.
Neiva, 08 de diciembre de 2025







