Por:
| Juan Sebastián Prieto Perez |
Las mejores intenciones pueden perdersen ante la falta de cohesión que desencadena la desconexión en múltiples aspectos, todo esto, cuando quienes deben ejecutar las tareas o no las comprenden o, peor aún, las desestiman. La administración municipal enfrenta un problema recurrente: secretarios y funcionarios que parecen operar con agendas propias, haciendo oídos sordos o interpretando a su conveniencia y parecer las directrices del Alcalde. Esto no solo frena el avance de la ciudad, sino que genera una sensación de desarticulación e improvisación que impacta directamente en la eficiencia del gobierno local.
El A lcalde podrá tener una visión clara de lo que necesita la ciudad con posturas consecuentes con los problemas y necesidades, pero si sus colaboradores más cercanos no comparten ese mismo compromiso, todo queda en discursos sin ejecución. Aquí es donde aparecen dos factores determinantes: la soberbia y la inoperancia. Algunos secretarios, amparados en su aparente autonomía, actúan con una autosuficiencia que roza el desacato, tomando decisiones que reflejan autonomía en contra de directrices claras. Otros, en cambio, simplemente no tienen la capacidad o el conocimiento para transformar las directrices en acciones concretas, dejando en evidencia la falta de liderazgo, incapacidad de trabajo en equipo y criterio en la toma de decisiones.
Lo público no puede darse el lujo de la pasividad, cada día perdido en trámites innecesarios, en egos enfrentados o en la falta de resolución, es un retroceso para la ciudad. Las necesidades de la comunidad requieren funcionarios con capacidad de respuesta, celeros y gestores eficientes que traduzcan las directrices en hechos tangibles. No es suficiente con designar cargos; es fundamental evaluar si quienes los ocupan realmente están alineados con la visión de gobierno o si, por el contrario, representan un obstáculo para su cumplimiento.
La administración municipal debe ser un engranaje bien aceitado, no un cúmulo de piezas sueltas que operan según sus propios intereses. La celeridad y la claridad en la ejecución de políticas públicas no son opcionales, son imperativos para un gobierno que pretenda ser efectivo. El mensaje +es claro: o se alinean con el propósito de gobernar con resultados, o terminan convirtiéndose en parte del problema que tanto se busca resolver. Es claro la necesidad de oxigenación en la administración municipal ya que, el tiempo para medir sus resultados ha sido el adecuado.








