Diario del Huila

El saldo invisible de las fiestas de San Juan y San Pedro

Jul 1, 2025

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Por: Johan Steed Ortiz Fernández

Dicen que después de cada fiesta viene la resaca. Pero en el Huila, la verdadera resaca no se cura con caldo de costilla, sino con reflexión colectiva. Acabamos de vivir la versión 64 de las fiestas de San Juan y San Pedro. La vivimos entre desfiles, ferias artesanales, encuentros musicales, conciertos, palcos, reinados, asado huilense, tamales y aguardiente. Pero al apagar la música y guardar las carrozas, vale la pena preguntar: ¿qué nos queda realmente del San Juan y San Pedro?

Porque sí: el San Pedro no siempre fue como ahora. En sus orígenes fue una expresión popular, auténtica, profundamente huilense. En los barrios se mataba el marrano, se preparaban tamales, chicha y mistela. Se reunían familias y vecinos al son del rajaleñas, con el “olelo lelo laila” retumbando entre risas, coplas y carrascas. La vara de premio engrasada, el sombrero de pindo, la alpargata y el vestido blanco eran símbolo de una cultura que se tejía con las manos, los pies y el corazón.

Y también es cierto, que no hay nada estático y todo evoluciona, pero llegó el momento de hacer un “PARE” y, entre todos, evaluar este certamen, desde varias aristas.

Al departamento le cuesta casi 8 mil millones de pesos las fiestas de San Pedro, y Corposanpedro lo ejecuta todo. En total, con el municipio de Neiva, son más de 10 mil millones de pesos invertidos para estas festividades. Pero más allá de la cifra, la pregunta que incomoda es: ¿Qué retorno tuvo la inversión pública en la calidad de vida de la gente? ¿y qué retorno cultural, y educativo deja todo esto para Neiva y el Huila?

Porque si hablamos de turismo, el que se promueve en estas festividades parece ser un turismo de borrachera, ruido y congestión. En un departamento que tiene rutas arqueológicas, senderos naturales, termales, desiertos y café de origen, pero lo que más se vende por estos días es trago y comida. ¿Y qué nos queda? Botellas vacías, toneladas de basura, movilidad colapsada, inseguridad, riñas, violencia intrafamiliar y un alza silenciosa en los embarazos adolescentes. Por ejemplo, en el año 2024 se presentaron 556 casos de violencia sexual de los cuales el 77% obedece a menores de edad, es decir 430 niñas y adolescentes violentadas. Vale la pena preguntarnos ¿Qué tipo de turismo estamos promoviendo?

Pero también hay que preguntarnos ¿qué ciudadanía estamos formando? mientras en países como Japón los niños se educan desde pequeños en ciudadanía global, aprenden tres idiomas y asumen responsabilidades desde el aula, les enseñan disciplina, respeto, limpieza y orden. Aquí, en cambio, seguimos creyendo que la cultura son solo reinas, desfiles y copas de aguardiente. ¿Dónde está el rol del Consejo Municipal y Departamental de Cultura? ¿Dónde están los gestores culturales que recibieron beneficios durante las fiestas? ¿Qué nos quedó del lanzamiento de las fiestas en Bogotá?. Si ni siquiera hubo una presencia significativa de alcaldes, gobernadores, compositores, gestores culturales de otros departamentos. No se vio ni un cubrimiento nacional para que Colombia entera supiera que suenas las tamboras en el Huila.

Los desfiles sin cultura ciudadana, más allá de las comparsas, las bandas o las reinas, lo que se vio fue irrespeto a los artistas, al espacio público, la basura por montones, la intolerancia, las riñas, los hurtos, la improvisación. ¿Y quién responde por eso? ¿La familia? ¿El colegio? ¿El gobierno? ¿Yo también soy parte del problema?

Lo que estamos viendo son los resultados de los procesos educativos que tenemos, y si eso se refleja en estas fiestas, es porque la educación en el departamento no está bien.

Los gobiernos preparan la ciudad para recibir estas fiestas, ¿O solo para sobrevivirla?, sabemos qué se celebran cada año y claro que este San Pedro dejó momentos hermosos, claro que sí. Pero también dejó un saldo invisible: lo que no se ve, lo que no se mide, lo que se sigue haciendo mal cada año. Y si no se revisa para corregirlo, lo seguiremos repitiendo.

Por eso a veces escuchamos a políticos que se les iluminan la inteligencia en hablar por hablar pidiendo que se elimine el desfile nocturno por el desorden y la inseguridad que genera, me pregunto: entonces, ¿también debemos cerrar los gastrobares? ¿prohibamos el licor? ¿decretamos toque de queda en las noches en la ciudad?

No. Esa no es la solución. Lo que hay que hacer es repensar el modelo de fiesta desde la raíz… para garantizarla.

Así que señores politiqueros: no se asombren de apenas darse cuenta que tenemos una juventud en Neiva que se está perdiendo entre las drogas y la violencia. ¿Acaso no leen en las noticias que casi que a diario un joven es asesinado, otro fue arrestado por drogadicción, o por atracar, por vender estuperfacientes, por herir con armas blancas, y en general inmersos en esta degradación social?

Debería darles vergüenza a estos concejales y diputados que aprueban los presupuestos sociales sin exigir resultados, porque les toca callar para complacer al gobernante de turno mientras tienen la barriga llena.

No exigen a tiempo las alternativas sociales integrales para estos jóvenes, olvidando que muchos de ellos viven en pobreza y marginación.

Y no vayamos muy lejos: este gobierno municipal no ha sido capaz ni siquiera de nombrar Secretario de Juventud.

San pedro no debe ser un espectáculo vacío, el festival debería ser una herramienta pedagógica, que refuerce la identidad cultural de los huilenses y, en este caso, de los neivanos, que fomente la historia, nuestras músicas, nuestros valores, el orgullo de nuestras raíces, que promueva la danza, la música tradicional, la gastronomía… y que elija embajadoras culturales, no solo reinas por estética o patrocinio.

Tenemos el festival más largo del país, que dura casi un mes, peto no nos sirve de nada porque nos deja un año entero de consecuencias.

Nos alegra ver a Neiva llena, a sus gestores culturales activos, a propios y visitantes celebrar. Pero no podemos seguir repitiendo un modelo donde lo importante es que haya fiesta… sin importar cómo, para quién o a qué costo.

Es hora de entender señor alcalde, concejales, gobernador y diputados, que la fiesta debe servirnos para transmitir la Cultura, no para esconder la pobreza detrás del telón.

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