Diario del Huila

El puente entre Madagascar y Latinoamérica

Jun 12, 2025

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Santiago Ospina López.

Jean Christian Hirmanse, o simplemente Chris, es mucho más que un guía turístico de Madagascar. Es para mí, en sí mismo, una lección de vida sobre la potencia del conocimiento, la curiosidad y la globalización. Chris tiene 28 años, pero en sus ojos se siente la sabiduría de alguien que ha vivido el doble. Su historia, que podría parecer una novela de Isabel Allende, representa un faro de inspiración para cualquiera que crea que el destino está escrito y que las oportunidades son un privilegio inalcanzable.

Oriundo de la isla de St. Marie, en la costa este de Madagascar, en África, Chris podría haber sido otro joven limitado por las extremas condiciones de escasez y falta de apoyo estatal. Pero él decidió ser diferente. Sus únicas armas son el internet y una insaciable curiosidad por la cultura. Sobre todo, la latina. Puede parecer jocoso, pero él se ha educado en español exclusivamente viendo novelas colombianas y mexicanas a través de Facebook.

¿Quién hubiera pensado que un joven de Madagascar, tan lejos física y culturalmente de Colombia, podría aprender no solo el idioma español, sino también su música, sus costumbres, sus artistas y sus ritmos? Chris conoce más canciones para planchar en español que mi mamá, y canta con una voz afinada que dice haber pulido junto a su abuela. En cada frase pronunciada se cuela un pedazo de esa isla que extraña, un pequeño hogar que lleva en su corazón.

En este viaje a Madagascar, Chris nos enseñó una valiosa lección de vida sobre cómo la globalización puede ser un puente poderoso para quienes tienen la disposición de cruzarlo. En este mundo donde las fronteras se diluyen gracias a la tecnología, cualquier persona con conexión a internet y una mente curiosa puede acceder a un océano infinito de conocimiento y puertas, incluso sin poder pagar una carrera universitaria o vivir en un país desarrollado.

Su dominio del español es tan natural que, por momentos, olvido que no es su lengua materna. Pero incluso más que su acento, lo que me impresiona es su actitud. Una actitud positiva, abierta, dispuesta a aprender y a absorber el mundo que lo rodea. Esa combinación es la que abre puertas a cualquier ser humano. Porque no es solo lo que se sabe, sino cómo se usa ese conocimiento y cómo se define uno ante la vida.

En Madagascar, donde la dificultad para acceder a servicios básicos es una realidad diaria, él representa esperanza y posibilidad. Chris es el ejemplo de lo que puede lograr alguien cuando aprovecha cada recurso y cuando se cuestiona y acerca a la cultura y el mundo entero. Chris es una prueba palpable de que en este siglo XXI, la educación puede ser autodidacta y que la globalización no solo es un concepto económico o tecnológico, sino un fenómeno humano que permite derribar muros geográficos.

Cada conversación con Chris es única. Es como si su cabeza fuera un amplio archivo de información sobre música, historia, cultura popular y lengua hispana. También está su voz, cargada de nostalgia por su isla y de alegría por lo que ha aprendido, y que siempre termina invitando a entender que la felicidad, según él, está en los pequeños gestos y en compartir, en ese sentido de comunidad que trasciende la distancia.

Conocer a Chris fue recordar que la escasez no es, en absoluto, sinónimo de carencia de actitud o conocimiento. Es comprender a fondo cómo el mundo digital abre puertas impensables, y que para quienes se atreven a cruzarlas con actitud, no existen límites insuperables. Chris es un ejemplo de que la curiosidad y la dedicación pueden construir puentes entre continentes, culturas y pasiones.

La lección que reaprendí en este viaje a Madagascar, es que la verdadera riqueza humana está en el corazón y en la curiosidad. Si algún día quieres conocer este destino único, no dudes en buscar a Jean Christian Hirmanse, o simplemente Chris.

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