El Petro conservatismo Por: Jaime Felipe Lozada Pocas cosas le hacen honor a la democracia y le son más útiles a la sociedad que la oposición seria, respetuosa y argumentativa. Por eso resulta paradójico -y en gran parte un sinsentido, por no decir que un exabrupto- que el Partido Conservador, llevado del cabestro por el entonces presidente de la colectividad, el senador Carlos Andrés Trujillo, haya siquiera considerado ser parte de la coalición de gobierno de Gustavo Petro. Es aún más sorprendente que los miembros del Directorio Nacional Conservador y la bancada parlamentaria no hayan tenido la valentía de declararse en oposición y liderar ese rol en el Congreso de la República y ante la sociedad colombiana, como le correspondería a una colectividad que filosófica, ideológica y estatutariamente representa todo lo contrario al gobierno de izquierda que, desde el pasado 7 de agosto del 2022, dirige los destinos de la nación con más desaciertos que aciertos. Uno de los pilares de la democracia son los partidos fuertes, y nada fortalece más a los partidos políticos que defender con respeto, pero con determinación su ideología, su visión del país y sus propuestas para mejorar la calidad de vida de los ciudadanos que representan. La izquierda colombiana, por ejemplo -y está en todo su derecho-, defiende sus postulados y le habla a la sociedad sin tapujos sobre ellos. Invita a creer en ellos y a respaldar sus iniciativas en las urnas, como corresponde, y por supuesto defiende con entusiasmo -y, diría yo, con cierta obtPor: usidad- al autodenominado gobierno del “cambio”. Esto me lleva a preguntarme ¿por qué el Partido Conservador no lidera la oposición política en el país? ¿Por qué permite que otros partidos políticos le arrebaten el rol que ideológicamente le corresponde? La respuesta es sencilla: porque perdió el rumbo al abandonar su vocación de poder y, peor aún, porque renunció a lo más preciado que un actor político debe tener: criterio y firmeza en la defensa de sus ideas. Declararse en “independencia” ha concedido a algunos congresistas caminar por la delgada línea que permite pasarse por la faja las decisiones tomadas en bancada, y, en pocas palabras, hacer lo que les venga en gana, como, por ejemplo, apoyar el paquete de nocivas reformas del gobierno nacional y callar ante el recrudecimiento de la violencia que tiene en vilo al país. Estas posiciones inquietan y molestan a la militancia conservadora, que no entiende cómo por más dinámica que sea la política, puedan defender lo indefendible, y, por personalismos, apoyen a un gobierno que le hace daño a nuestra democracia y a nuestra nación. El Partido Conservador debería ser quien lidere la oposición política al gobierno de Gustavo Petro. Sería injusto afirmar que todos los congresistas conservadores tienen este mismo comportamiento, pues hay algunos que, con valentía, sensatez y firmeza, han sido consecuentes y coherentes con los principios del partido al que pertenecen. Los demás deben entender que es preferible perder una elección que perder los principios. Ojalá recapaciten porque no solo serán juzgados por las bases y los dirigentes, sino, sobre todo, por la historia.
