Por: Félix Trujillo
El petrismo marketero se ha convertido en el comité de aplausos del Presidente: celebra cada decreto, aplaude cifras cósmicas sin contexto, justifica paseos en Panamá y hasta los trinos de madrugada con los que pretende fabricar guerras diplomáticas desde Washington. Es un petrismo hecho para vitrinear emociones, para resentir y reivindicar deudas históricas, pero incapaz de proponer un verdadero proyecto de país.
Ese petrismo vive en las redes sociales, sostenido por activismos prepagados, y calla frente a la barbarie que desangra al territorio nacional. Guardan silencio ante el avance de las economías ilegales y la inseguridad que consume a las regiones, pero salen a romper ciudades en nombre del conflicto palestino. Es una izquierda de utilería: estridente en lo simbólico, débil en lo esencial.
Hoy ese petrismo se deja instrumentalizar por figuras oscuras como Daniel Quintero, que llegó a Neiva a reunirse con dirigentes rojos, verdes y naranjas. Y claro, la política es conversar, pero ¿conversar con Quintero para qué? ¿Para escuchar la tesis de que un par de lavadoras y computadores son el plan de salvación de un país atrapado en la economía cocalera? Eso es un insulto a la inteligencia de los huilenses.
Si es cierto que Quintero se reunió con alcaldes del Huila, acompañado de la congresista Flora Perdomo como endulzante de mermelada, estamos ante un banderazo electoral de lo que será la campaña: populismo, improvisación y marketing vacío, en reemplazo de propuestas serias de desarrollo.
Pero hay una verdad que no se puede maquillar: el departamento del Huila no es prioridad para Petro. Nunca ha tenido la condición de “querido” por este gobierno, y por eso los indicadores del Plan de Desarrollo Departamental no serán los que el gobernador Villalba esperaba. Su “amigo y compañero Petro” —como lo llamaba en campaña— le falló. Y con él, falló a toda una región que sigue esperando inversión, obras y soluciones reales.
Es hora de cobrar factura a una estructura política vieja, nepotista y desgastada, que ha cerrado la puerta a los liderazgos renovadores. El Huila no puede seguir hipotecado a promesas incumplidas ni a una dirigencia que se arrodilla por conveniencia.
Aquí en el Huila necesitamos liderazgos sin doble racero que respondan a las necesidades de los Huilenses, con autoridad moral, ética, y con responsabilidad política. Nuestro partido va a jugar en las elecciones del 2026, con esa vocación de refrendar los errores del pasado y proponer un modelo de desarrollo justo, con el medio ambiente, respetuoso con el cuidado de los derechos individuales, firme con la autoridad y la seguridad de los ciudadanos y siempre con la visión que la mejor solución es incentivar el empleo digno con el fortalecimiento empresarial.
El tiempo se agota. El petrismo marketero ya juega sus cartas en Neiva. Nuestro reto es que el Huila despierte y no permita que lo reduzcan a un botín electoral mientras la región exige con urgencia soluciones concretas.
