Por: Carlos Tobar
El periodista y columnista Daniel Samper Ospina ha denominado al país de estos gobiernos: Circombia. No puede haber mejor descripción de lo que a diario sucede en este país del “Sagrado Corazón”. Un verdadero circo.
Lleva no sé cuántos años viviendo de exprimir esta tragicómica realidad. A fe que le va muy bien. Tiene material a porrillo, gratis, para armar sus gracejos con gran éxito.
Si muchos de los aconteceres cotidiano no tuvieran la connotación de tragedia que conllevan la situación sería en verdad graciosa. Aun así, entre sinsabores y dolores, los chascarrillos de Samper Ospina nos mantienen al tanto de los sucesos nacionales.
El último de ellos fue la confrontación con el gobierno de los Estados Unidos por la deportación de inmigrantes colombianos. En la madrugada del domingo, luego de que el gobierno norteamericano comunicara el viaje de dos aviones militares que transportaban a los deportados, el presidente Petro, vía X suspendió la autorización para el aterrizaje.
Argumentó, posiblemente con razón, que las condiciones de los colombianos en tránsito eran indignantes y, que violaban sus derechos humanos. Que por tal razón negaba el permiso que, anteriormente el gobierno colombiano había dado.
La forma de la medida (mediante X) tomada por el presidente Petro, la hora de su expedición (3:30 am) cogió por sorpresa al gobierno norteamericano. La diplomacia de redes sociales: y, ¡ahí fue Troya!
La respuesta del gobierno Trump, por decisión directa de la presidencia de ese país, la Casa Blanca, fue imponer una serie de fuertes sanciones: aplicación de aranceles del 25% a todas las exportaciones colombianas a los EE. UU., que se aumentarían al 50% una semana más tarde; cancelación del trámite de visados de ciudadanos colombianos; suspensión de visas a todos los miembros del gobierno colombiano; extensión de esa suspensión a los familiares de los funcionarios gubernamentales colombianos y, la cereza del pastel la aplicación de sanciones económicas a bancos e instituciones financieras gubernamentales y privadas bajo las normas IEEPA.
La respuesta del presidente Petro, fue ordenar vía X al ministro de Comercio establecer en represalia aranceles del 25% a los productos importados de los EE. UU. (¡vamos a quebrar a los gringos!) Igualmente, ordenó a las autoridades de migración revisar el estatus de los ciudadanos norteamericanos que no han regularizado su estadía en el país (¡gringos, go home!).
Una guerra comercial y política abierta entre los dos países. La preocupación fue generalizada. Los sectores exportadores e importadores estaban desconcertados, las fuerzas políticas de todo tipo se pronunciaban, la mayor parte de los ciudadanos llamaban a la calma. Los efectos eran incuantificables.
Al final de la tarde. Un tibio comunicado del gobierno colombiano aceptaba de manera incondicional la deportación de los colombianos irregulares y se comprometía a colaborar con el gobierno de los Estados Unidos. Conclusión: quedaron en suspenso las sanciones.
¡Plop! Se acabó el espectáculo. Samper Ospina debe estarse frotando las manos ante tamaña papaya.
Neiva, 27 de enero de 2025








