| HAROLD SALAMANCA |
El reciente reconocimiento del cuidado como derecho humano autónomo por parte de la Corte Interamericana de Derechos Humanos constituye un paso histórico para nuestra región y para el mundo. Por primera vez se consagra el cuidado como un derecho en sí mismo, con capacidad de orientar políticas públicas, exigir inversión y garantizar dignidad.
Este avance se conecta con debates internacionales que durante años reclamaron poner el cuidado en el centro de la agenda social, desde la perspectiva de género, envejecimiento, equidad y salud. De igual manera este acontecimiento redefine la lucha contra el cáncer. Ya no bastaría solamente con prevenir, diagnosticar y tratar. El cuidado se constituye entonces como la columna vertebral de sistemas de salud más humanos, innovadores y resilientes. Es el canal que permite articular ciencia, tecnología y comunidad en un mismo horizonte de transformación.
El gran reto que tenemos como sociedad es convertir este principio en acción con propuestas osadas. Visualicemos un índice global de cuidado oncológico, capaz de medir impacto social, calidad de vida y capital comunitario. Imaginemos plataformas digitales de acompañamiento con inteligencia artificial, que conecten pacientes, familias y equipos de salud en tiempo real.
Pensemos en fondos de innovación social para el cuidado, capaces de movilizar capital público y privado con la misma prioridad que hoy reciben vacunas o medicamentos. Colombia tiene ante sí una oportunidad estratégica: incluir el cuidado como eje estructural en el Plan Decenal de Control del Cáncer 2025–2034 que se encuentra en construcción. Dar este paso situaría al país como referente regional, alineado con los compromisos globales de eliminación de cánceres prevenibles y con una visión de equidad en salud.
El cuidado, entendido como derecho humano autónomo, impulsa productividad, cohesión social y justicia. Profesionalizarlo, financiarlo y tecnificarlo equivale a invertir en el mañana. Una sociedad que reconoce y organiza el cuidado camina hacia un modelo de salud integral donde las decisiones públicas tendrán un retorno multiplicador en vidas salvadas y posibilidades creadas.
El liderazgo global exige anticipar, inspirar y transformar. La decisión de la Corte Interamericana nos invita a dar un paso histórico, diseñar sistemas de salud donde el cuidado no sea una decisión discrecional, sino la estrategia central para la equidad, la innovación y la sostenibilidad. Ese es el horizonte que nuestra generación tiene la responsabilidad de abrir. hsalamanca@fundacionsalbo.org
