El fin de semana pasado Europa y Estados Unidos oficializaron un nuevo acuerdo comercial que busca calmar las tensiones arancelarias que habían marcado sus relaciones en los últimos meses. No es mi intención en esta columna adentrarnos en los tecnicismos del acuerdo, pero para dar un contexto, ambas partes acordaron mantener un arancel del 15% para las importaciones de bienes europeos a Estados Unidos, lo cual es menos de la mitad propuesto al principio de las negociaciones. Y para lograrlo, La Unión Europea se comprometió a comprar energía, gas y tecnología nuclear de los Estados Unidos, así como armamento y equipo militar de proveedores americanos.
Este acuerdo, además de mejorar las relaciones entre dos potencias, incentiva a la industria americana y asegura los suministros de los hogares europeos, y quizá igual de importante, sirve para que las empresas y productores puedan saber con certeza cuánto pagarán o cobrarán por sus bienes en estos tiempos de volatilidad, sin sufrir riesgos por cambios arancelarios futuros. Más allá de las compras estratégicas, lo que tanto Europa como Estados Unidos buscan es reforzar su alianza estratégica, considerando que en el mundo actual otras potencias emergentes pisan cada vez más fuerte. Y con esto ambas partes aseguran reducir la creciente dependencia de mercados terceros.
Más allá de sus efectos inmediatos, este tipo de acuerdos suele provocar una reorganización del comercio mundial, que es lo que quiero compartirle al lector. Cuando las dinámicas comerciales de los mayores bloques económicos cambian, las cadenas de suministro también lo hacen. Para entender un poco esto, millones de empresas de todo el mundo tienen que actualizar sus rutas de envío y búsqueda de proveedores. Y esto causa que regiones e industrias que antes eran invisibles puedan encontrar más oportunidad y mercado.
América Latina, África y el Sudeste Asiático son las principales regiones que figuran dentro de esa diversificación, pues ofrecen costos competitivos y calidad cada vez más lista para los mercados internacionales. Y dentro de estos continentes y regiones seguramente surgirán nuevos protagonistas locales que capten parte de la inversión o las licitaciones para proveer a Europa y Estados Unidos. No son solo las grandes empresas las que se benefician de estas oportunidades, todo lo contrario. Tras el nuevo acuerdo, estoy seguro que surgirán miles de nuevas oportunidades en industrias como los biocombustibles, componentes electrónicos básicos y alimentos gourmet para empresas emergentes que cumplan con la estructura y los requisitos de estos mercados.
Para nuestra región, el Huila, este escenario también trae consigo muchas posibilidades. Nuestro café premium, reconocido cada vez más por los mercados de Europa y Estados Unidos, puede hallar distribuidores y proveedores que busquen materias primas diferenciales para las industrias que se verán potenciadas. Las artesanías y productos culturales, pese a no verse beneficiadas directamente, también tendrán más vías para llegar a las tiendas europeas. E incluso el sector de energías limpias en Colombia podría convertirse en un socio estratégico de micro y macroproyectos de diversificación energética que acompañen las contrataciones de gas y petróleo previstas en el acuerdo.
Es importante mencionar que tras estos acuerdos las puertas no se abren de la noche a la mañana. La capacidad de adaptación, la calidad certificada y el trabajo conjunto entre productores, gobiernos y empresarios son clave para convertir la oportunidad en resultados tangibles. Pero lo que quiero compartirles, es que la historia nos ha demostrado que tras cada reajuste del comercio global quienes se anticipan y se preparan terminan aprovechando las crisis y creciendo en ellas. Lo que nos queda a nosotros es pensar con visión de largo plazo y trabajar desde hoy para que esas nuevas rutas comerciales se traduzcan en desarrollo real para nuestras empresas y negocios.
Con el aroma de un café Entorno, los saludo,
Santiago Ospina López.








