La sociedad colombiana esperaba que el gobierno nacional hiciera el reajuste del salario mínimo mensual con un aumento superior al 12%, como lo planteaban las centrales obreras en la mesa de concertación laboral con los gremios de la producción y el gobierno nacional. No se logró acuerdo alguno y que obligó al gobierno nacional a decretarlo en un incremento del 9,54%. Hay que reconocer, que ha sido positivo para los 3,5 millones de trabajadores formales que tienen este nivel de ingresos en el país, porque se recupera en una mínima proporción su ingreso real. Infortunadamente, este incremento va indexado a la escalada alcista de los bienes y servicios que empiezan a presentarse a partir del primero de enero. Lo grave es que se diezman los ingresos de los colombianos, por la irracional política alcabalera que ha implementado, desde que asumió el primer mandatario de los colombianos Gustavo Petro Urrego. Así no se reflejen en las estadísticas que periódicamente emite el Dane, la realidad que vivimos es otra. Muchas amas de casa se preguntan dónde hace mercado esta entidad, porque se encuentran totalmente descontextualizadas por el aumento exagerado que sufren los precios de los alimentos, vestuario, servicios públicos, combustibles, transporte, pago de impuestos, salud y educación, entre otras demandas sociales, que cada vez están empobreciendo a las familias colombianas, así no lo quieran reconocer el equipo económico del alto gobierno, que parecen que vivieran en otro planeta.
Así las cosas, el salario mínimo mensual para la vigencia 2025 quedó establecido en $1.423.500. a lo cual se agregará un subsidio de transporte de $200.000 para los trabajadores que devenguen hasta dos salarios mínimos mensuales. Unidos, los dos incrementos alcanzan un 11 por ciento, la cual no es una cifra menor. Pero no todo es color de rosa para la economía colombiana. Aunque puesta de esa manera la decisión suena como algo muy positivo, el asunto es más complejo. La razón es que implica un crecimiento significativo en los costos laborales, justo cuando la dinámica productiva atraviesa por una coyuntura compleja que se expresa en una expansión modesta de la actividad económica. En la práctica tendrá dos efectos: Al encarecer el costo del empleo formal, inducirá aún más la contratación informal. Y se presionará al alza la inflación, retrasando la reducción de tasas de interés.
Consideramos que se debe cambiar el paradigma tradicional que se ha tenido para seguir manteniendo los incrementos por debajo de la realidad económica en que se encuentra sumida la sociedad colombiana. Aumentos irracionales del servicio de la energía y de otros bienes esenciales de consumo de la canasta familiar, que en muchas ocasiones superan el 40%, desestabilizan cualquier presupuesto familiar, convirtiéndolos cada vez en más pobres, como lo indican los boletines emitidos del Dane, sobre la distribución inequitativa del ingreso de los colombianos.







