En menos de 5 años el Metro de Ciudad de México cumplirá 60 años de operación, y en unos 40 años el de Londres tendrá dos siglos de estar en funcionamiento.
En Bogotá, sin embargo, después de más de 80 años de discusiones políticas y promesas incumplidas, empezamos a ver los primeros cimientos del metro este año. Y aunque la diferencia con las principales capitales nos hace lucir subdesarrollados, los ciudadanos celebramos con anhelo el esperado proyecto del cual ya habíamos perdido toda esperanza.
Cada vez queda menos para que entre en funcionamiento el Metro de Bogotá, y este es precisamente el contexto idóneo para fomentar una cultura ciudadana ejemplar, pero me preocupa enormemente ver que a hoy, nadie lo está haciendo.
Hay que aprovechar el metro para impulsar un cambio positivo en el comportamiento ciudadano de quienes vivimos en la capital, que carecemos enormemente de amor y respeto por lo que nos pertenece.
La experiencia de Medellín debe servir de referencia para Bogotá. Allá, mucho antes de la inauguración de su metro en 1995, se implementó una eficaz estrategia educativa y cultural para enseñar a los ciudadanos a cuidar y valorar el transporte público. Hoy el metro de Medellín es un símbolo de civismo y respeto, resultado directo de programas educativos enfocados en promover valores cívicos desde antes de su apertura.
En Bogotá, los ejemplos de intolerancia y falta de educación vial y ciudadana son visibles a diario. Durante protestas sociales, estaciones y buses del TransMilenio resultan destruidos y vandalizados y esto ocurre varias veces al año, causando costos adicionales que pagamos entre todos con tarifas más altas y con inversiones constantes en sistemas de seguridad que deberían ser innecesarios.
Además, el fenómeno de los ‘colados’ que evaden el pago y cruzan los carriles exponiendo su vida, es otro reflejo de la carencia de educación cívica en la capital.
Considero que aún estamos a tiempo de actuar, y que este es el momento ideal para hacerlo. El gobierno distrital y nacional deben liderar la implementación de programas integrales de cultura ciudadana enfocados especialmente en el metro. A los concejales, representantes, y secretarios de cultura, educación y movilidad les digo: bájenle a su campaña política y enfóquense en construir ciudadanía. Eso también da votos. Necesitamos líderes que promuevan campañas educativas capaces de llegar a la gente y que resalten el valor de cuidar lo público.
Retomar los aportes pedagógicos alguna vez impulsados por Antanas Mockus puede ser la clave para asegurar que el metro se convierta en un ejemplo de civismo, tolerancia y convivencia urbana.
Bogotá tiene hoy la oportunidad perfecta para convertir su primer metro no solo en una solución de movilidad, sino en un proyecto que reviva su extinta cultura ciudadana. Depende de nosotros aprovechar esta oportunidad histórica para mejorar nuestra sociedad, y no permitir más que la violencia, el desorden y el caos se impongan sobre nuestra calidad de vida.
Con el aroma de un café 100% colombiano, los saludo,
Santiago Ospina López.








