Yamid Sanabria
El 2 de noviembre de 1995 fue asesinado el político Álvaro Gómez Hurtado cuando salía de la Universidad Sergio Arboleda. Un magnicidio que aún no se logra esclarecer, y que deja una lección que parece no ser aprendida, pensar diferente no nos hace enemigos y llegar a acuerdos es posible sobre lo fundamental; ahora, treinta años después parece que seguimos en un escenario de amigo – enemigo, y lo fundamental está sectorizado.
Este fin de semana se realizó la convención del precandidato presidencial Abelardo De La Espriella en el Movistar Arena de Bogotá, en el cual los discursos principales eran reconstruir la seguridad territorial para atacar grupos ilegales alzados en armas, recuperar la moral de las fuerzas militares, y reafirmar las banderas tradicionales que movilizan a miles de familias colombianas. Para la derecha la seguridad es su principal herramienta en economía y política, y que, por ende, desde su perspectiva así se resuelven los problemas sociales.
Por otro lado, el presidente Petro acaba de llegar de su viaje por Emiratos Árabes en el cual se logró la firma del convenio que permite la certificación Halal para exportar café, cacao, entre otros productos a Arabia Saudita (KSA) y países islamicos; con el fin de reducir la intermediación como una de sus principales banderas políticas que busca cerrar las brechas sociales en el campo donde el mayor benefactor sea el campesino y no el comercializador. Para la izquierda la inversión social es el mecanismo de reducir las desigualdades que causa el mercado y así crear condiciones dignas de vida.
Hasta allí parece que derecha e izquierda operan sobre sus ejes fundamentales, seguridad o inversión social. Pero en las calles poco se habla de eso, y parece que prima “acabar al otro”, como una secuela de una nación con miles de víctimas de grupos guerrilleros, paramilitares y el estado; donde muchos asumen una postura política de acuerdo al actor armado que creen enfrentar. Así que quienes llenan las redes sociales con insultos, amenazas, arengas, o discursos en búsqueda de votos, podrían estar alimentando a extremistas pagados y no pagos para que silencien voces de líderes sociales, políticos o gente del común.
Finalmente, como Álvaro Gómez lo fue en su época, necesitamos líderes políticos con la capacidad de unir; serenos para tomar decisiones; aterrizados del país que reciben con un enemigo común que es el narcotrafico en toda la cadena (producción, distribución y consumo); sin mayores escándalos personales que desvíen la atención; pero principalmente que sean buenos seres humanos con sus entornos sociales. Ahora nos queda elegir bien.








