Por: Yamid Sanabria
Los peajes tienen un rechazo social por sus precios, cortas distancias entre ellos y mala retribución vial, es decir la gente se pregunta ¿por qué pago todo esto para movilizarme?; además, otro factor que molesta a la ciudadanía es que en época preelectoral muchos alzan su voz en “contra de los peajes”, pero en la práctica sus partidos políticos del pasado o presente guardaron silencio ante estas concesiones; es decir, el incremento en el costo de vida y el cinismo político parecen no tener salida.
El peaje “El laberinto” de Hobo costará 18.000 pesos a partir de octubre del 2025, sumado a los peajes el Patá ($18.000), Neiva ($18.000), Los Cauchos ($12.000) y Altamira ($12.200), para un total de cinco peajes en un departamento que vive de la producción agrícola, y el incremento del costo en transporte afecta su comercialización.
Según un reporte del diario La República, Colombia es el cuarto país en América Latina con los peajes más costosos, y lo peor es que no se refleja en el estado de sus vías, porque la ruta 45 al sur es reconocida por sus derrumbes y no precisamente por sus autopistas de lujo. Así como lo ha manifestado el alcalde de Pitalito que se ve afectado con la no inclusión de su municipio en las tarifas diferenciales, donde es evidente que gran parte de las relaciones económicas se hacen en Neiva, y sus habitantes estarán perjudicados.
El proceso de concesión se dio en el año 2015, es decir el estado colombiano suscribió un contrato que debe dar cumplimiento, y solo se puede dar por terminado por acuerdo de las partes, por vencimiento del plazo establecido, por incumplimiento del concesionario o del concedente (rescisión), por caso fortuito o fuerza mayor, por rescate del servicio por parte de la administración, o por quiebra o disolución del concesionario; por ello la terminación es algo que hasta la fecha no está dado desde el marco legal; pero cada quien puede recordar y buscar los responsables políticos de la época.
Finalmente, el desarrollo implica mantenimiento y la construcción de infraestructuras vial, pero con tarifas que se ajusten a la realidad territorial, los grandes grupos empresariales pueden ganar sin abusar, sin generar inconformidad en quienes ven carreteras que lo más grande que tienen son las estaciones de cobro de peaje con siete carriles, mientras el resto del recorrido tiene uno en doble vía. Tal vez la salida del laberinto está en no volver a votar por quienes nos metieron en él.
