Diario del Huila

El imperialismo desembozado

Ene 14, 2025

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Por: Carlos Tobar

Las insinuaciones del presidente electo de EEUU, Donald Trump, de controlar Groenlandia, anexarse Canadá y obtener nuevamente el control del Canal de Panamá despiertan inquietud en la comunidad mundial. Inquietud que se agrava, porque en declaraciones posteriores afirmó que no renunciaría ni a las presiones económicas o, incluso al uso de la fuerza militar, con tal de garantizar la “seguridad nacional” de los EE.UU.

Como si el mundo de hoy no tuviera suficientes causas de tensión que ponen en riesgo la paz mundial (guerra de Ucrania, los conflictos del medio oriente, las tensiones de Asia, los problemas de la migración, los crecientes y muy graves fenómenos climáticos), esta postura del gobierno en ciernes de la más grande potencia económica, política y militar de los tiempos recientes, hecha leña al fuego, agudizando la inestabilidad política y creando nuevas fuentes de zozobra social.

Para las generaciones que crecimos tratando de entender el mundo bajo el hegemón norteamericano, no nos es extraño tal comportamiento. En la formación de los imperios desde los comienzos de la historia una característica fundamental ha sido el control territorial de lo que consideran su “espacio vital” (lebensraum).

En la formación del hoy imperio norteamericano, la ocupación de ese espacio vital comenzó con la toma de Cuba y las posiciones del alicaído imperio colonial español a finales del siglo XIX, para continuar con el raponazo de Panamá que afectó la integridad nacional de nuestro país, las intromisiones en Centroamérica y Suramérica a lo largo del siglo XX. Es una historia que hemos sufrido en carne propia.

Con su consolidación como potencia hegemónica de primer orden luego de las dos guerras mundiales imperialistas (fueron confrontaciones por la repartición de las áreas de influencia y los mercados del planeta) en las que surgió triunfante sobre las viejas potencias coloniales europeas y, sobre todo, con la imposición de los Acuerdos de Bretton Woods, “el mundo de normas y reglas” a la imagen y semejanza de los intereses estadounidenses, entró a regir los destinos de occidente.

Para un país como el nuestro que nació a la modernidad de la mano de los gobiernos norteamericanos a comienzos del siglo XX, bajo ese “mundo de reglas” (cuyo principio toral es el “libre comercio”), la relación no ha sido fácil.

El progreso como una característica primordial de las sociedades modernas se basa, en buena medida, por el irrenunciable principio de la libre autodeterminación de las naciones. Entendiendo que, los intereses de cada nación no los pueden representar a cabalidad sino los gobiernos legítimos, autónomos y soberanos de cada pueblo.

El gobierno de los EE.UU. está en la obligación de representar los intereses legítimos del pueblo de ese país. Como es la obligación de los gobiernos de Colombia o de cualquier otro país soberano e independiente.

El “mundo de reglas” que surgió después de la Segunda Guerra Mundial viola, por definición, los principios de autodeterminación y soberanía de nuestros pueblos. Es hora de redefinirlo.

Neiva, 13 de enero de 2025

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