Diario del Huila

El Humanismo Político

Nov 1, 2025

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Por: María del Carmen Jiménez

La política debe ser una obra colectiva, una creación hecha entre todas y todos: no puede reducirse   al interés individual ni al cálculo del poder. Cuando se construye desde la austeridad, el respeto, la transparencia y la ética se convierte en un acto de humanismo político. Su propósito fundamental es    poner la vida, la dignidad de las personas, la verdad y el bien común en el centro de su ejercicio.  La visión humanista de la política busca reparar, reconciliar y transformar, apelando a la conciencia ética más que a la emoción inmediata.

Hacer política de esta manera significa reconstruir el tejido social, devolverle sentido a la palabra, es privilegiar los argumentos sobre los insultos, la mentira y epítetos descalificadores. Es recordar que gobernar es servir, no dominar. Es apostar por una Colombia donde la justicia social, la solidaridad sean el lenguaje del cambio.

Quienes en su praxis asumen la apuesta por el humanismo político, demuestran con su ejemplo que la ética no es una carga sino una forma de construir poder legítimo; que la palabra puede ser un puente y no una trinchera, y que el cambio real nace cuando la política se hace con respeto y amor por el pueblo. Se convierten en un referente de la política decente: aquella que no se vende ni se rinde, sino que defiende la ética como principio irrenunciable.

El contrapunto ético del humanismo político lo evidenciamos lamentablemente en este país, en quienes hacen política de manera sucia, degradante, basada en la manipulación, la mentira para generar miedos, en la negación de nuestra historia y memoria, en quienes destruyen las raíces de lo humano en la vida pública.

 Cuando la política se construye de esta manera, se debilita la confianza, la participación, la esperanza y el sentido mismo de lo colectivo. La ética se vuelve un adorno, no un principio y se normaliza la corrupción, la misma que por décadas hemos padecido.

La política basada en la estigmatización y la mentira produce un clima de odio y exclusión. El adversario deja de ser un interlocutor y se convierte en enemigo, por ello se deshumaniza el debate público, se fractura la sociedad y se impide el diálogo como vía de transformación pacífica. Cuando la política se usa para destruir al otro o para enriquecerse, desaparece la idea de obra colectiva, la ciudadanía se reduce a espectadores, no a protagonistas del cambio.

El humanismo político solo puede florecer en un terreno de verdad, justicia y respeto. Por eso, como propone el Candidato Presidencial Iván Cepeda Castro, la política debe ser un ejercicio ético, austero y colectivo, donde la palabra sea puente, no veneno, y donde el poder sirva para cuidar la vida no para degradarla.

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