Diario del Huila

El discurso incendiario

Ago 16, 2025

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Hugo Fernando Cabrera Ochoa

Ese cuento de desescalar el lenguaje se convirtió en un término que hizo carrera por parte de quienes utilizan hoy en día, un discurso agresivo permanentemente, y alimentan la tensión a través de sus expresiones provocadoras y en ocasiones violentas.

Pero no es mentira, es necesario mermarle el tono a la retórica política porque o sino, van a ser, quienes le meten candela a la hoguera, quienes verdaderamente se encarguen de encender este país a tal punto que nos podamos quemar todos, y de eso no debe tratarse.

Un discurso incendiario típico utiliza un lenguaje cargado de emoción y locuacidad, para enardecer a la audiencia y promover ciertas acciones en algunos casos lamentables; muy a menudo, a través de la manipulación de la ira, el miedo o el resentimiento.

En Colombia, precisamente, este tipo de alocuciones se han utilizado históricamente en el contexto de los conflictos políticos y sociales, exacerbando tensiones y polarizando a la población. Caso concreto el de ese discurso mañoso en el que un grupo culpa, a otro grupo específico, por los problemas del país, utilizando generalizaciones y estereotipos para crear una narrativa de los unos contra los otros.

En la investigación titulada “Discurso político y violencia en Colombia”, de autoría de los profesores de la Universidad de Antioquia, Lina Adarve Calle y Julio González Zapata, podemos encontrar que, “el discurso político en Colombia, ha sido un elemento generador de hechos violentos, que han servido como fundamento en diferentes momentos de la historia política colombiana, para generar cambios”.

En el artículo producto de la investigación, se puede inferir que, se entiende por violencia, “la instigación de los dirigentes de los partidos políticos al descontento a través del odio que expresan hacia su contendor y que desemboca en episodios violentos. La creación de grupos armados que posteriormente protagonizan hechos excesivamente cruentos. Los hechos de agresión producidos por los mismos ciudadanos, en respuesta al llamado de sus dirigentes, o en su propia defensa contra la violencia institucional. Incluso se entenderá por violencia el empleo de términos estigmatizantes que fortalecen en uno u otro momento la idea del enemigo”.

Recordemos, quienes hemos estudiado algunos capítulos de nuestra historia o quienes vivieron aquellos momentos, que “la lucha bipartidista en Colombia se desarrolló entre las facciones políticas, liberal y conservadora, por el control del Estado. En esta lucha ambas partes tuvieron la posibilidad de declarar la guerra a su contrario, influyendo en la mentalidad de los ciudadanos, arrastrándolos a niveles de violencia e intolerancia que posteriormente fueron incontrolables”.

Así como vamos, nosotros los colombianos de a pie, nos vamos a ir dejando arrastrar poco a poco, nuevamente, hacia escenarios de violencia en la que mano pueblo no gana absolutamente nada y los poderosos se lamen los bigotes, alimentando su ego con dinero y poder.

¿Qué si hay que desescalar el discurso?, ¡Pues CLARO que hay que desescalar el bendito discurso!, pero de verdad, no solamente en el discurso mismo, sino en la práctica; o de lo contrario pasaremos a haber parte de los idealistas que sueñan con la paz, pero ahorramos para comprar un arma.

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