Diario del Huila

“Él dice que me Ama”

Sep 16, 2025

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Por: Johan Steed Ortiz Fernández

Yo lo vi llegar con una sonrisa. Como todos los anteriores. Me dijo que esta vez sería diferente. Que iba a cuidarme, a quererme como merezco. Que no soy cualquier ciudad, que conmigo se podía soñar en grande. Y yo, ingenua, me dejé llevar por esa sonrisa falsa.

Me juró que me conocía, que me entendía. Pero terminó rodeándose de personas que no saben nada de mí, que vienen de otras ciudades, como Manizales, y que apenas me miran desde el escritorio. Me prometió que iba a defender lo nuestro, que aquí había talento de sobra, que no necesitaba copiar modelos ajenos. Pero bastaron unas semanas para que se le cayera el cuentico que echaba.

Criticó los mercados del Charco Nariño porque venían de afuera, como si él no fuera el primero en importar funcionarios, ideas y empresas sin raíces. Prefirió seguir con lo mismo: entregar contratos a compañías lejanas, ignorar a mis empresarios, despreciar a mis profesionales, desechar las propuestas de quienes sí me conocen.

Y eso que tengo con qué. Tengo universidades públicas y privadas de altísimo nivel. Tengo profesionales formados aquí, en mi tierra, que conocen mi realidad mejor que nadie. Tengo jóvenes con ideas brillantes, empresarios con visión, artistas con identidad. Tengo historia, tengo talento, tengo cultura, tengo carácter. Lo que no tengo es un gobierno que me escuche.

Personas que apenas me conocen intentan ahora imponer ideas recicladas, copiar lo que han visto en otras partes sin entender mi ritmo, mis heridas, ni mi alma. Y eso, más que indignarme, me duele.

Esta es una historia de maltrato. No me gritó. No me pegó. No lo necesitó. Me maltrató con el abandono. Me sigue dejando con huecos por toda la piel, con cicatrices que no tapan ni sus remiendos de última hora. Me repite todos los días que no hay plata, pero se endeuda por montones, sin resultados. Me reprocha por estar en ruinas, como si no fuera él quien me sigue quebrando.

No me escucha. No me ve. Solo me usa para tomarse la foto, para alimentar su ego, para decir en voz alta que me ama… mientras me deja sin luz, sin transporte, sin cultura, sin árboles, sin PTAR, sin espacio público, sin futuro.

Yo era una ciudad alegre. Tenía ilusiones. Me soñaba moderna, segura, viva. Pero me ha ido matando a cuenta gotas. Me ha negado la salud, me ha mentido con las cifras, me ha manipulado con discursos. Dice que soy yo la que está mal, que soy muy costosa, que gasto mucho, que no me alcanza con nada. Me hace sentir culpable por exigir lo básico.

Soy verde como pocas. Aún tengo aire puro para que respiren sanamente. Estoy acariciada por el río de la patria, ese mismo al que ahora le dan la espalda. Tengo historia, talento, sabor, y una identidad cultural que no han sabido cuidar. Pero él prefiere irse a pasarla bien en fiestas de otras ciudades, gastar en otros carnavales, buscar aplausos donde nadie lo eligió… mientras aquí mi Sampedro se marchita, sin creatividad ni renovación, con dos años haciendo lo mismo, sin mostrar lo mejor de mi folclor, como si diera pena.

Lo peor es que no es el primero.

El anterior alcalde también me maltrató. Prometió sacarme adelante y me dejó quebrada. Me llenó de contratos amañados, de obras inconclusas, de deudas que aún no entiendo. Me desfiguró y luego me culpó por no estar bonita.

Me decía que me amaba, pero cada que le pedía algo serio, me respondía con frases vacías y ofensivas: “no hay plata, mi vida hermosa”, “déjame ver la colita”, “como estés te voy a besar”.

Así fue: palabras dulces para encubrir el desorden, chistes obscenos para distraer el saqueo, promesas rotas envueltas en populismo. Me dijo que era mi culpa por no creer en él.

Y cuando ya no le serví para las fotos, me dejó tirada. Y todavía hay quienes le aplauden.

Ahora, el nuevo intenta disimular sus inseguridades con maquillaje administrativo. No actúa, no corrige, improvisa, repite el mismo libreto, que no alcanza, que tengo que esperar, que él sabe lo que hace, que todo está bajo control… pero cada día me siento más sola, más abandonada, más destruida.

Sonríe y espera que todo se le perdone por simpatía.

Y ustedes, ¿hasta cuándo me van a dejar con los mismos?

¿Cuántas veces más van a ver cómo me destruyen y me abandonan y se quedan callados? ¿Van a esperar que otro me endeude, me ignore, y me vuelva a usar?

Yo también tengo dignidad. También tengo derecho a ser cuidada. Soy más que un voto cada cuatro años. Soy más que un nombre en la cédula. Soy más que una ciudad usada para hacer campaña.

Es la misma lógica de siempre: la del político que corona a la ciudad en campaña con flores y aplausos, pero la ignora en el gobierno con excusas y silencios. Es un amor de temporada. De quienes la usan para ascender, y luego la culpan por incomodar.

Pero Neiva ya no guarda silencio. Está cansada del maquillaje institucional. No necesita más serenatas ni amigos de parranda. Exige respeto, orden, seguridad, resultados concretos y gobernantes que le rindan cuentas.

Amar a Neiva es cuidarme con responsabilidad. Es confiar en mi gente y no buscar salvadores foráneos. Es tener autoridad y el coraje de sanarme, no solo de administrarme para que en un futuro, nuestro hijos tengan esperanza.

El tiempo se agota, y ya no quiero más maltratadores disfrazados de alcaldes.

Soy Neiva. Y estoy harta de que me maltraten.

Los necesito a ustedes, que son los que realmente me conocen. Los que me aman en serio. Ayúdenme a salvarme.

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