Alvaro Hernando Cardona González
El 5 de junio se celebró el Día Mundial del Ambiente. Muy frecuentemente decimos en foros, conferencias, paneles y otras sesiones académicas que los debates de toda naturaleza deben aclimatarse. Estos tiempos de polarización y de falta de límites éticos, ha llevado a la extrañeza de las discusiones pacíficas donde imperen el respeto, la escucha y la argumentación.
No puede ser ajena esa situación, al análisis, el debate y la asunción de decisiones ambientales, más cuando la vida y la salud de toda forma de vida (humana, faunística y vegetal) está en ciernes por el deterioro ambiental, sí que se hace necesario aclimatarlos. Un ser violento, delictivo, autor o cómplice de conflictos, el que más grita…más hipócrita es.
La hipocresía inicia cuando se es capaz de negar que todo lo que el ser humano hace o expele, genera un impacto al medio natural. Pasa por negar que todo lo que consideramos avance científico y tecnológico, también lo hace. Inexorablemente. Y termina cuando se niega que la explotación de los recursos naturales renovables y no renovables, trae consigo, más tarde que temprano, crecimiento económico. Para entenderlo, los hipócritas ambientales deberían alguna vez de leer dos documentos fundamentales en la consolidación del ambientalismo y del derecho ambiental: 1) Los límites del crecimiento (los resultados de un estudio de un equipo del MIT) publicado por el Club de Roma y, 2) Our common future o Nuestro Futuro Común publicado en 1987 por la ONU, este último, el prolegómeno de la Segunda Conferencia Mundial por el Medio y el Desarrollo en Río de Janeiro en 1992, base de nuestra Constitución Política y de nuestra Ley 99 de 1993.
Algunos tópicos que denotan la hipocresía pueden ser: “Decir que el mundo dejará de utilizar los hidrocarburos ipso facto; es una falacia mental de un placebo psicológico de negación de la realidad. El mundo energético no está preparado para dejar los hidrocarburos, pero sí su adaptación en la integración de nuevas formas de energía” (Ramses Pech, en su artículo Hipocresía ambiental, publicado en Energy and Comerce); en materia de contaminación, el verdadero problema son los autos viejos, mal mantenidos y, desde luego, cualquier decreto que aumenta el costo de los automóviles nuevos irremediablemente alarga la utilización de vehículos viejos y; la hipocresía ambiental se manifiesta en los desfiles y pasacalles protestando por el “capitalismo salvaje”, mientras se cargan celulares o conducen vehículos eléctricos que demandan ingentes cantidades de agua y la extracción de metales raros, que no es otra cosa que minería cruda.
Todos somos hipócritas de una u otra manera y hasta sin proponérnoslo.








