Diario del Huila

“El día en que volví a ver”

Sep 17, 2025

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Por primera vez en muchos años, Doña Rosa pudo ver los aretes de una mujer que estaba a varios metros de distancia. A simple vista, parece un detalle mínimo. Para ella, fue como volver a nacer.

“Yo no miraba nada, ni de cerca ni de lejos”, dice Doña Rosa Elvira Muñoz Muñoz, campesina, caficultora, madre de cinco hijos, y protagonista de una historia que no es única, pero sí profundamente significativa. El pasado jueves, en la vereda Palmar del Criollo, corregimiento de Pitalito, Huila, Doña Rosa vivió una de las experiencias más emotivas de su vida: después de más de siete años con problemas visuales, recibió unas gafas que le devolvieron la claridad del mundo.

Rosa Elvira Muñoz Muñoz, campesina, caficultora, madre de cinco hijos, recibió atención completa en la brigada de salud visual en Pitalito.

Todo comenzó con una llamada de su extensionista de la Federación Nacional de Cafeteros,  Comité de Cafeteros del Huila, Luis Eduardo Cortés, quien le informó que llegaría una brigada de salud visual gratuita para caficultores y sus familias, gracias a una alianza entre la Federación Nacional de Cafeteros de Colombia y la Fundación OneSight, Luxottica de Colombia S.A.S.

“Yo sentí como si Dios me hubiera escuchado”, dice Rosa, con una sonrisa en los labios y lágrimas en los ojos. “Cuando la doctora me puso las gafas y yo alcancé a mirar lejos… fue como si me hubieran vuelto a dar la vida”.

“Desde hace cerca de 7 años no podía ver bien, ni siquiera reconocía a mis hijos, solo escucharlos”, señala Muñoz Muñoz.

Una brigada con alma

La jornada no fue un evento cualquiera. Se trató de una iniciativa que logró reunir a más de 540 caficultores de diferentes corregimientos de Pitalito, Huila: Charguayaco, Bruselas, Palmarito, Chillurco, Regueros, La Laguna, Guacacayo y Criollo. Todos llegaron con la esperanza de poder ver mejor y, en muchos casos, con la urgencia de una ayuda médica que durante años se había postergado por falta de recursos o de oportunidades.

Además de exámenes visuales gratuitos y entrega de lentes formulados, la brigada incluyó también una campaña de vacunación contra la fiebre amarilla, consolidándose como una estrategia integral de salud rural.

Doña Rosa fue una de las beneficiadas. Su historia refleja la de muchos: hace años tuvo un grave problema de salud que la llevó a estar hospitalizada durante siete meses. Aunque logró recuperarse, su vista quedó seriamente afectada. “El médico me dijo que podía quedar ciega. Y bueno, no quedé ciega del todo, pero sí quedé muy mal. Solo podía ver de cerquita, y cada vez menos”.

No fue al médico antes por algo que muchos en el campo conocen bien: el dinero no alcanza. “La gente cree que uno porque es cafetero tiene plata. Pero no, uno tiene que invertir todo en el café, en los hijos, en la finca. A veces no queda para uno”.

Ver el alma de la finca

La emoción de Doña Rosa no fue solo médica. Fue profunda, espiritual, casi mística. Al recuperar su vista, sintió que podía volver a mirar no solo el paisaje, sino su vida entera: sus hijos, su finca, su café.

Ella vive en la finca Dos Quebraditas, que junto con La Ilusión, donde trabaja en compañía de su esposo, es su motor de vida. Allí llegó hace años con “dos ruladas de ropa y cinco niñitos”. Desde entonces, ha sido el café quien la ha sostenido: “No somos millonarios, pero cada día nos levantamos a trabajar con amor gracias al café, que nos ha dado todo para crecer y sostener a nuestros hijos y nietos”.

Para ella, la mata de café es más que una planta. “Si el café fuera una persona, yo lo abrazaba. Yo le digo: ‘usted nos va a dar mucha platica’. Yo lo amo mucho, le canto. A veces mi esposo pone vallenatos para que el café escuche, porque creemos que el café también siente”.

La relación con su finca es íntima. Doña Rosa ora en medio del cafetal, conversa con las plantas, las cuida como si fueran parte de su familia. “Cuando yo veo los granitos rojitos, verdecitos, yo le doy gracias a Dios”.

Una nueva mirada

La doctora que la atendió aquel día lloró con ella. “Yo le dije gracias por venir, por traer su conocimiento. Le dije: ‘Usted estudió mucho, pasó muchas cosas y hoy está aquí ayudándome a mí. Eso no tiene precio’. Y nos abrazamos y lloramos juntas”.

Historias como la de Doña Rosa se repitieron decenas de veces durante la jornada. La mayoría de los asistentes nunca había tenido acceso a un examen visual completo, y mucho menos a unos lentes formulados. Para ellos, estas gafas no solo mejoran la calidad de vida: les devuelven autonomía, productividad y seguridad en su trabajo diario en el campo.

OneSight, la organización global, anunció que realizará un estudio de impacto para medir los beneficios de las soluciones ópticas en la caficultura colombiana. Los primeros resultados ya son evidentes en los rostros sonrientes de caficultores como Rosa, que ahora podrá ver llegar a sus hijos desde lejos, leer sus mensajes en el celular, y caminar por su finca sin temor a tropezar.

“Yo me sentí feliz, agradecida. Ese día fue como una fiesta”, dice riendo.

Una causa que sigue

Rosa ahora solo pide una cosa: que la brigada se repita. “Mi esposo también necesita lentes, pero esta vez pasé yo. Ojalá haya otra, para que él también pueda ver bonito, como yo”.

La historia de Doña Rosa es una entre muchas, pero resume con ternura y claridad el impacto real de las alianzas que miran hacia el campo no solo con políticas, sino con acciones.

“Yo no cambio a mi Comité de Cafeteros por nada”, concluye. “La Federación es nuestra casa colombiana. Siempre nos recoge, como el papá al hijo pródigo. Y yo aquí me quedo, con mi cafecito, mis ojitos nuevos y mi alma feliz”.

Gracias a la alianza entre la Federación Nacional de Cafeteros de Colombia y la Fundación OneSight, Luxottica de Colombia S.A.S., y el apoyo de la Alcaldía de Pitalito, más de 540 caficultores se vieron beneficiados. 

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