Por: Oscar Eduardo Trujillo Cuenca
Esta semana, durante una entrevista, me preguntaron ¿Por qué no se está dando la transferencia generacional en el campo como debería de ser?, ¿Por qué cada vez menos jóvenes eligen quedarse en el campo?, ¿Qué estamos haciendo para que esa realidad cambie?; preguntas sencillas en apariencia, pero profundas como necesarias, donde nos lleva a reflexionar sobre ¿Quién tomará las riendas cuando las manos que hoy cultivan nuestra tierra ya no puedan hacerlo?, y es allí donde mediante el relevo se debe garantizar la continuidad del sector agropecuario y, con él, la seguridad alimentaria, la sostenibilidad y la vida misma en nuestros territorios rurales.
Durante años hemos repetido que el campo es el corazón productivo de nuestro territorio, pero pocos se han detenido a pensar en lo que ocurre cuando ese corazón envejece, mientras hoy en día el promedio de edad de nuestros productores rurales supera los 55 años, muchos jóvenes ven en el campo una vida dura, sin oportunidades y con pocas razones para quedarse, esa realidad no es ineludible, es el resultado de un modelo que no ha sabido hacer del agro una promesa de vida digna, moderna y rentable.
Hacer atractivo el campo para las nuevas generaciones implica cambiar el paradigma, no se trata solo de enseñar a cultivar, sino de conectar el agro con la innovación, la tecnología, el emprendimiento y la sostenibilidad, los jóvenes no quieren heredar parcelas de subsistencia, quieren liderar negocios agroindustriales, exportar productos con valor agregado, usar drones, sensores, inteligencia artificial y biotecnología para producir mejor, quieren ser protagonistas, no simples herederos olvidados.
Por eso, debemos asumir un compromiso claro, promover una inclusión generacional inteligente que conecte a los jóvenes rurales con la educación técnica, la asistencia tecnológica, el emprendimiento y el acceso a mercados, impulsando programas que fortalezcan capacidades, promuevan el liderazgo juvenil y vinculen la innovación con las cadenas productivas del departamento.
Necesitamos un campo que inspire, que sea competitivo, verde, digital y justo; un campo donde la juventud vea un proyecto de vida y no un destino impuesto, porque solo cuando un joven decide quedarse en el campo por convicción y no por falta de opciones, estamos realmente sembrando el futuro.
Hacer atractivo el campo no es una moda, es una política de vid, si queremos garantizar la seguridad alimentaria, la sostenibilidad y el desarrollo territorial, debemos lograr que los jóvenes vuelvan a ver el campo como un lugar de progreso, orgullo y propósito.








