Harold Salamanca
En países como Australia, Noruega, Suecia y el Reino Unido, la historia del cáncer de cuello uterino está cambiando. La evidencia es contundente: en el Reino Unido, los casos han caído un 90 % entre mujeres vacunadas contra el VPH en la adolescencia. En Estados Unidos, las muertes por esta enfermedad se redujeron un 60 % entre 2015 y 2021.
Ruanda, con menos recursos pero más decisión, ha logrado coberturas altísimas con vacunación escolar contra el virus del papiloma humano VPH, participación comunitaria y una fuerte campaña nacional. Todo esto es posible gracias al compromiso político, la integración en sistemas de salud pública y una estrategia clara: eliminar el cáncer cervical antes de 2030.
Latinoamérica, en cambio, aún vive en la urgencia. Según la Organización Mundial de la Salud OMS, más de 28.000 mujeres mueren cada año en nuestra región por una enfermedad prevenible. Colombia no es ajena a esta realidad. Cada día, 13 mujeres son diagnosticadas y 7 fallecen por cáncer de cuello uterino. La cobertura de vacunación contra el VPH sigue siendo baja, especialmente después de la crisis de confianza que afectó las tasas de inmunización en años recientes. El tamizaje para cáncer cervical sigue teniendo muy bajas coberturas, con baja o nula oferta en el 100% del territorio nacional, escasa demanda inducida y con barreras territoriales, administrativas y culturales.
El mundo enfrenta desafíos: el acceso desigual, la desinformación, los altos costos del diagnóstico temprano y el tratamiento. Colombia también. Pero hay algo que diferencia a los países que avanzan: la voluntad. La voluntad política de priorizar la salud femenina, de presupuestar con visión de futuro, de escuchar a quienes viven con cáncer, a quienes lo previenen, a quienes lo acompañan desde el cuidado invisible y amoroso.
La frase de Heather White, directora de TogetHER for Health, resuena con fuerza: “el costo de la prevención parece insignificante en comparación con el costo humano y social de no hacer nada”. Colombia no parte de cero: ha hecho cosas. Pero no son suficientes.
Lo más importante para que el cáncer cervical en Colombia deje de ser una preocupación en salud pública es la VOLUNTAD. Como país debemos asumir esta causa con el mismo coraje, compromiso y seriedad con que enfrentamos la pandemia del Covid 19. Porque esta, silenciosa y prevenible enfermedad, nos ha generado mucho dolor y nos ha costado muchas vidas. hsalamanca@fundacionsalbo.org
