El Parque Santander de Neiva se llenó de aromas, colores y esperanza. En solo siete horas, 38 productores rurales lograron ventas por más de $12,6 millones en el segundo Mercado Campesino Interinstitucional del año, una estrategia que elimina intermediarios y devuelve al campo huilense lo que le pertenece: dignidad, ingresos justos y reconocimiento.
DIARIO DEL HUILA, PANORAMA
Por: Niyireth Cruz García
Neiva fue el escenario del Mercado Campesino el pasado viernes 31 de octubre. En una sola jornada, 38 productores provenientes de 13 municipios y corregimientos —desde Aipecito y Algeciras hasta Tello y Villavieja— transformaron el Parque Santander de Neiva en un epicentro de soberanía alimentaria, logrando ventas que ascendieron a $12.616.500.
Esta cifra, obtenida en apenas siete horas, confirmó a los organizadores que, aunque no se trata de montos elevados, sí representa un importante alivio para el bolsillo de los productores. Además, contribuye a visibilizar sus emprendimientos, negocios y riquezas locales a través del Mercado Campesino Interinstitucional, una estrategia efectiva para inyectar ganancias directas a las familias rurales, eliminar la cadena de intermediación y devolver la dignidad al trabajo de la tierra.
A pesar del éxito económico, la iniciativa —gestada por una robusta alianza de entidades— se enfrenta a la precariedad logística, lo que amenaza la periodicidad de este modelo que se ha convertido en una tabla de salvación y un ejemplo replicable de desarrollo rural positivo.
Ventas por $12,6 millones
La organización comenzó antes de que saliera el sol. Carpas, mesas y productos locales como panela, café, artesanías, aguacates, dulces, lechona y frutas frescas se tomaron el Parque Santander, generando un ambiente festivo. Aquella jornada, denominada Mercado Campesino, fue la segunda realizada este año.
Los $12.616.500 obtenidos representan no solo la suma de todas las ventas individuales, sino el esfuerzo colectivo de campesinos, emprendedores y microempresarios que participaron en la actividad. Detrás de cada billete recibido está el trabajo del productor de Baraya que vendió todo su queso orgánico, la familia de Santa María que agotó sus transformados de cacao o el cultivador de Campoalegre que regresó a casa con sus productos vendidos, sin tener que someterse a los precios irrisorios de los grandes compradores.
La diversidad de la oferta fue clave para el éxito. Los huilenses accedieron a productos distribuidos en tres líneas principales:
- Línea fresca: frutas, verduras, hortalizas y tubérculos cosechados por los campesinos huilenses.
- Línea orgánica: productos cultivados sin químicos, valorados por un público cada vez más consciente.
- Línea de transformados: valor agregado en forma de lácteos, panadería artesanal, café tostado y molido, y derivados de la caña.
La procedencia de los productores evidencia la amplitud geográfica de la iniciativa. Este segundo Mercado Campesino Interinstitucional contó con la participación de 38 unidades productivas de Aipecito, Algeciras, Altamira, Baraya, Bogotá, Campoalegre, Elías, Neiva, Caguán, El Triunfo, Palermo, Santa María, Tello y Villavieja, según información suministrada por Gloria Patiño, de la Agencia de Desarrollo Rural.
La lección de la pandemia y el motor de la USCO
La génesis de esta poderosa articulación se remonta a un momento de crisis que, paradójicamente, se convirtió en una oportunidad: la pandemia del 2020. En un contexto donde la movilidad y las cadenas de suministro colapsaron, los pequeños productores quedaron aislados, con cosechas a punto de perderse y sin ingresos.
“Esa iniciativa surgió en la época de pandemia, como en el 2020. Nosotros, como Universidad Surcolombiana, conformamos un equipo de aliados interinstitucionales en el departamento del Huila”, explica Lina María Saavedra Murcia, líder de Universidad-Empresa-Estado-Sociedad de la Universidad Surcolombiana.
La USCO asumió un rol protagónico, entendiendo que el apoyo al campo no es solo una responsabilidad social, sino también una estrategia de desarrollo económico regional. Desde esa mesa interinstitucional se planificó la logística, se identificaron los lugares adecuados y se definió un propósito que hoy sigue vigente: “Apoyar a los pequeños productores del departamento del Huila, de los diferentes municipios y corregimientos del municipio de Neiva”, afirma Saavedra.
El mercado se consolidó, así como un mecanismo de apoyo a la comercialización, enfocado especialmente en quienes el sistema tradicional ha marginado.
“Hay productores pequeños, medianos y grandes, pero los pequeños son los que sacan productos cada mes o cada dos meses. Ellos no tienen canales de comercialización estables, como supermercados o restaurantes. Por eso buscan nuestro apoyo para que lo que producen pueda ofertarse en los mercados campesinos”.
La articulación institucional es un caso de estudio en sinergia estatal y académica. A la USCO se suman entidades como la ADR (Agencia de Desarrollo Rural), la Cámara de Comercio del Huila, la Secretaría de Agricultura, la CAM, el SENA, Prosperidad Social, Pastoral Social y la Unidad Solidaria. Esta amplia red garantiza que la convocatoria y la capacitación lleguen a los rincones más apartados, asegurando la calidad y trazabilidad de los productos.

Dignidad y ganancia justa: del campo a la mesa
El modelo del Mercado Campesino trasciende la simple venta: es una herramienta de impacto económico y un catalizador de justicia social en el ámbito rural. A diferencia de los sistemas de distribución tradicionales —donde el campesino recibe solo entre el 20% y el 40% del precio final—, el mercado campesino garantiza que el productor reciba el 100% del valor de su esfuerzo.
Su filosofía central es pagar precios justos y recompensar el arduo trabajo. Como resume Lina Saavedra: “El mercado campesino es para que ellos vendan directamente del campo a la mesa y puedan llevarse buenas ganancias que recompensen su esfuerzo diario”.
El dinero no se queda en grandes cadenas de distribución ni sale del departamento: circula y se reinvierte en la economía rural del Huila. Los $12,6 millones obtenidos se destinan a la educación de los hijos, la compra de semillas, la mejora de la infraestructura productiva y el consumo local, generando un efecto multiplicador vital para el desarrollo endógeno de los municipios.
El contacto directo con el consumidor motiva al productor a mejorar la calidad y a incursionar en líneas más rentables como los productos orgánicos. Este mercado se convierte en un termómetro de las preferencias del consumidor, impulsando prácticas sostenibles que benefician al medio ambiente y a la salud pública.
Experiencias similares en la Sabana de Bogotá han demostrado que estos espacios reducen la migración rural-urbana y fortalecen la seguridad alimentaria. Este es el camino que el Huila busca replicar, pasando de dos mercados anuales a un modelo mensual que sostenga permanentemente la economía campesina, según las proyecciones compartidas por la líder de la USCO.

El nudo logístico: una iniciativa a pulso
Pese a los buenos resultados en ventas y al entusiasmo de la comunidad —se inscribieron 120 productores para la última jornada—, la gran limitación sigue siendo la falta de infraestructura y apoyo económico recurrente, lo que ha reducido la frecuencia del mercado a solo dos eventos al año.
“Es que no hemos contado con apoyo económico, entonces nos toca realmente con las uñas”, confiesa Lina. “Cada entidad aporta desde su capacidad, pero se nos dificulta el tema de las carpas. También les ofrecemos refrigerio, almuerzo e hidratación”.
Compromisos incumplidos:
“El Ejército se había comprometido a prestar unas carpas y nunca llegaron. Nos tocó gestionar hasta que conseguimos algunas, pero ese día llovió y los productores se mojaron”, relató.
El compromiso del campesino de viajar horas, sortear riesgos en las vías y exponerse a la intemperie por el derecho a vender su cosecha directamente merece una respuesta institucional sólida.
La coorganizadora Gloria Patiño, de la Agencia de Desarrollo Rural, añade que, si bien la articulación es fuerte, la participación de las entidades es variable: “A veces en la organización logística unas están, otras no. Algunas se van, otras llegan; eso es relativo”.
Institucionalización y conciencia urbana
La meta de la mesa interinstitucional es lograr la institucionalización de la estrategia. El nuevo secretario de Agricultura del Huila ha manifestado su interés en que los mercados se realicen mensualmente, lo que garantizaría estabilidad económica al campesinado.
Para Lina Saavedra, este propósito depende de dos factores fundamentales:
- Adquisición de logística propia: “La Secretaría de Agricultura se ha comprometido a adquirir más carpas, mesas y sillas. Esto no solo evitaría las penurias bajo la lluvia, sino que permitiría aumentar la capacidad de apoyo e incluir a más de los 120 productores interesados”.
- Apoyo al transporte desde los municipios: uno de los mayores costos que asumen los productores. Lina ha propuesto involucrar a los alcaldes municipales: “Yo propuse hablar con los alcaldes para que brinden apoyo económico en transporte, pero ni en eso apoyan. Falta compromiso de los mandatarios locales”.
Una invitación al consumidor urbano
“Me parece que hay que culturizar más ese tema y apoyarlos, porque a veces hay gente aprovechada que les paga cualquier cosa, sabiendo que ellos aguantan sol, se mojan y trabajan duro la tierra”.
Comprar directamente en el Mercado Campesino es un acto de justicia económica. Es reconocer el valor real de los alimentos y del esfuerzo humano que implica llevarlos a la mesa. Es la forma más tangible en que la ciudad puede retribuir y apoyar a la ruralidad.
El Huila tiene la riqueza, la producción y el modelo; solo falta el compromiso económico y logístico para que el Mercado Campesino Interinstitucional se consolide como motor de desarrollo sostenible y digno. Los 38 productores y sus $12,6 millones en ventas ya demostraron que el modelo funciona; ahora corresponde a las instituciones y a la ciudadanía garantizar su permanencia.
Un modelo que debería ser la regla
El caso del Mercado Campesino del Huila refleja tanto las falencias como las oportunidades del sistema agroalimentario colombiano. La alianza interinstitucional ha logrado lo que el mercado por sí solo no puede: crear un canal justo, inclusivo y rentable. Sin embargo, la dependencia de la voluntad ocasional de las entidades y la falta de presupuesto fijo son riesgos que deben corregirse con urgencia.
Realizar estos mercados con una frecuencia mensual o bimestral es el mínimo que se puede exigir para construir una Colombia más equitativa y solidaria. Es hora de que el ejemplo de la USCO, la ADR y sus aliados sea replicado en todos los niveles de gobierno, garantizando que el productor que enfrenta el sol y la lluvia reciba un trato digno y una compensación justa al llegar a la ciudad.
El legado de este proyecto es claro: $12,6 millones no son solo una cifra, sino la demostración de un potencial incalculable para la autonomía económica rural. El futuro del campo huilense —y en gran medida su paz social— pasa por la solidez y la frecuencia de estos mercados.










