Escribo estas líneas como cafetero, como colombiano y como alguien que entiende que el café no es solo un producto: es una identidad construida por más de un siglo de trabajo. Por eso me preocupa profundamente ver cómo, en tiempos electorales, algunos candidatos y políticos del Huila, departamento líder en producción cafetera, han decidido convertir al sector en un simple caballito de batalla para ganar votos fáciles. Lo vimos recientemente en boca de un diputado que, con afirmaciones ligeras y sin sustento, atacó a la Federación Nacional de Cafeteros (FNC) y puso en duda la reputación que tanto nos ha costado construir.
Lo digo con claridad: la politiquería no puede seguir usando al gremio cafetero como escenario de espectáculo. No lo merecemos.
Quienes vivimos del café sabemos que la Federación, con sus aciertos y desafíos, ha sido una institución que ha defendido al productor. No es retórica: son hechos. Juan Valdez, marca que representa a todos los cafeteros, entregó en 2024 más de 40.000 millones de pesos en regalías, y a lo largo de los años ha girado 437 mil millones al Fondo Nacional del Café, recursos invertidos en bienes públicos cafeteros. Buencafé, por su parte, ha entregado más de 200 mil millones con el mismo propósito. Los cafeteros no vivimos de discursos, vivimos de estos hechos.
Mientras algunos dicen que la FNC “no deja exportar”, la realidad es que jamás ha sido un obstáculo. Herramientas como CAFIX, CAFEENLACE y el programa CRAFT han impulsado las exportaciones directas del productor. Hoy operan más de 400 exportadores libres en el país. Y en el Huila, que tanto nombran algunos para hacer ruido, se han invertido más de 90.000 millones en solo cinco años para beneficio directo de la comunidad cafetera. Esa información es pública, pero parece que para ciertos políticos es más rentable ignorarla.
Otro ejemplo reciente del daño que causan las afirmaciones irresponsables es el rumor, totalmente falso, de que la Federación mezcla café colombiano con otros orígenes. Estas narrativas no solo son mentiras; son golpes directos a la reputación de Café de Colombia, que depende de la confianza del mercado internacional. La prima de calidad, como se ha explicado, ha caído en todos los países después de la pandemia. No es un fenómeno colombiano, es una realidad global. Pero claro, explicar eso no da tantos votos como sembrar duda.
Mientras algunos hablan sin fundamento, la Federación continúa haciendo su trabajo. Ahí está, por ejemplo, la reciente eliminación de aranceles al café colombiano en Estados Unidos, resultado de una gestión seria, técnica y respetuosa liderada por nuestro gerente general, Germán Bahamón. Ese logro no solo confirma la importancia de mantener relaciones sólidas con los grandes mercados, sino que muestra el impacto directo en la competitividad del productor colombiano. Ese es el tipo de acciones que fortalecen al gremio, no las arengas vacías desde un atril político.
Y mientras tanto, el mercado sigue respondiendo: en el último año se exportaron 5.400 millones de dólares en café, y el café colombiano llega cada vez más lejos. Arabia Saudita, por ejemplo, duplicó sus compras en un año sin necesidad de nuevos certificados inventados para generar escándalo. Buencafé, Juan Valdez y otras marcas ya operan allí con certificación Halal desde hace más de una década.
Por eso, mi llamado es sencillo pero firme:
Respeten al caficultor y respeten al gremio.
Debatan, claro. Critiquen cuando sea necesario, por supuesto. Pero háganlo con argumentos, datos y responsabilidad. No conviertan el trabajo de 560.000 familias en un recurso de campaña. No jueguen con la reputación de un producto que es símbolo del país.
El café no es de un político.
El café es de quienes lo sembramos, lo recogemos y lo defendemos todos los días.








