Diario del Huila

El café colombiano en la guerra Trump-Petro (primera parte)

Ene 30, 2025

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El pasado domingo 26 de enero fue, con certeza, el día más estresante para Colombia en lo corrido del 2025. La disputa entre Trump y Petro, tras el rechazo del gobierno a recibir dos aviones con migrantes deportados de Estados Unidos denunciando condiciones indignas en el traslado, desató la advertencia de EE.UU. sobre restricciones de pasaportes, sanciones y aranceles para Colombia, lo que tomó por sorpresa al gobierno y preocupó a millones de ciudadanos.

El uso del arancel como herramienta política de presión es un arma de intimidación recurrente por parte de la administración de Trump, algo que nuestro presidente, en la lucidez que tenemos los seres humanos a las 3:41am (cuando escribió su trino en X contra las autoridades americanas) no tuvo en cuenta.

Lo cierto es que este arancel, impuesto por quien ha sido históricamente nuestro mejor socio comercial, tendría múltiples repercusiones negativas para el país y, en particular, para la industria del café. En la columna de hoy quiero enfocarme específicamente en el impacto económico que estas restricciones generarían sobre la industria cafetera, y la próxima semana abordaré el tema con un enfoque hacia el sector social y su campesinado.

¿Han escuchado la famosa frase que  afirma que “en Colombia no se toma café colombiano”? Pues es correcta. Las marcas predominantes en el mercado nacional como la del pájaro rojo o la del sello escarlata están compuestas por  mezclas de café de Brasil y Vietnam y coproductos colombianos. Y no es que el colombiano no quiera comprar el café cultivado en sus montañas, pero a la hora de escoger una libra en el supermercado, 8 de cada 10 prefieren comprar la que cuesta 12 mil pesos sobre la que cuesta 30 mil.

Es por esto que la mayoría del café colombiano, no sólo los especiales o de más alto puntaje, sino también el café corriente, termina siendo exportado.

Aquí entra en escena Estados Unidos, quien es el mayor consumidor de café colombiano en el mundo. Cerca del 42% de nuestras exportaciones van directamente a puertos americanos. El bienestar de nuestra industria depende de ese mercado como un velero del viento.

Anualmente los ‘gringos’ nos compran cerca de 2 billones de dólares en café. Para que se hagan una idea de lo que significa este monto, es casi la valorización de la cadena de almacenes Éxito, cada año. Esta suma es vital para la estabilidad económica de casi 600 mil familias cafeteras que dependen fundamentalmente de esta relación comercial que hoy se encuentra en terreno inestable.

Debido a la dependencia del mercado estadounidense, nuestro gobierno, miles de empresas y principalmente la Federación Nacional de Cafeteros han centrado sus esfuerzos durante décadas en cuidar y mantener el posicionamiento de la marca ‘Café de Colombia’ en este destino. Estrategias comerciales como las realizadas por Juan Valdés en películas y eventos han captado una cuota importante en la industria cafetera de EE.UU., pese a existir países con ofertas mucho más económicas. Pero un aumento de aranceles erosionaría cualquier ventaja competitiva y posicionamiento, volviendo el producto demasiado caro incluso para los clientes más fieles.

En un par de meses, un arancel del 25%-50% destruiría lo construido durante décadas. Las grandes cadenas y compradores como Starbucks y Nestlé sustituirían el café colombiano por alternativas más baratas, perjudicándonos principalmente a nuestros productores.

Este arancel implicaría un incremento tan considerable en el precio al consumidor final, que reduciría enormemente la demanda de café colombiano en cafeterías, restaurantes, supermercados y eventos.

Adicionalmente, el liderazgo sobre el mercado de cafés especiales que mantiene Colombia en EE. UU, y que es el corazón de la mayoría de emprendimientos cafeteros del país, perdería toda competitividad, y se consolidaría la hegemonía de orígenes como Guatemala, Costa Rica, Kenia y Etiopía en este segmento de especiales, afectando principalmente a caficultores colombianos que se han esforzado por agregar valor a su producto, así como micro y PyMes nacionales.

La catástrofe en términos económicos para el país sería devastadora. Y aún no nos adentramos en lo social. En la cuerda floja no hay margen para pasos en falso, las decisiones afectan en este escenario a 50 millones de personas, principalmente a las más vulnerables. Es el deber de todos exigir al gobierno prudencia y estrategia en su política exterior, ya que son pilares fundamentales de una diplomacia efectiva.

Con el aroma de un café 100% colombiano, los saludo,

Santiago Ospina López

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