EDWIN FERNANDO PISSO ESCALANTE
En esta vida campesina, uno aprende a leer la tierra, a escuchar los susurros del viento y a entender que la esperanza muchas veces se siembra con semillas de esfuerzo y dedicación. Hoy, como hombre del campo, no puedo dejar de reflexionar sobre el reciente movimiento del gobierno en torno a la entrega de tierras. Con su pie al acelerador, el presidente Gustavo Petro y su equipo buscan darle un empujón a la reforma agraria, y eso, sin duda, es motivo de conversación en nuestras veredas y fincas.
El borrador de decreto que le permite a la Agencia Nacional de Tierras (ANT) comprar tierras de manera más rápida, en manos del Fondo de Reparación para las Víctimas (FRV), nos da un rayo de esperanza. Es como cuando después de días de espera, por fin vemos acercarse las nubes de lluvia que tanto anhelamos. Pero, claro, aquí no solo se trata de la entrega de tierras; necesitamos que esa lluvia caiga de manera generosa para que lo que se siembre crezca y florezca.
Primero que todo, celebrar que el gobierno reconozca la necesidad de actuar. Sin embargo, debo decir que la compra de tierras no es suficiente por sí sola. Como campesinos, sabemos que la tierra, aunque fértil, necesita manos que la cuiden y conocimientos que la guíen. Por eso, es crucial que este proceso de entrega vaya acompañado de capacitación y créditos. No se puede entregar tierras y esperar que por arte de magia florezcan cultivos y sueños. Necesitamos herramientas, formación y recursos que nos permitan sacar el mayor provecho a esas parcelas.
Y es que, querida gente del campo, hay que tener cuidado con a quién se le da la tierra. Es fácil caer en la trampa de darle la oportunidad a quienes no tienen interés real en trabajarla. Hay que elegir a los beneficiarios con sabiduría, porque como se dice en nuestras tierras: “no es dar pan a quien no tiene dientes”. Queremos que esta reforma sea una verdadera oportunidad para aquellos que han esperado con ansias la posibilidad de trabajar la tierra, de hacer crecer sus sueños.
Otro punto importante es que ojalá este tipo de programas sean liderados por las administraciones territoriales. Ellos son quienes conocen de cerca las realidades de cada región, quienes saben quiénes necesitan realmente esa oportunidad. Los campesinos queremos ser escuchados, queremos que nuestras voces sean parte de este proceso. La participación activa de nuestros líderes locales puede ser la clave para que esta reforma agraria no se convierta en un simple papel más en la burocracia, sino en un camino hacia un cambio real en nuestras vidas.
Así que esperemos que el Gobierno no solo acelere la entrega de tierras, sino también que lo haga con responsabilidad y compromiso. Que recuerden que cada pedazo de tierra es un sueño anclado en la esperanza, y que nosotros, los campesinos, somos quienes podemos convertir esos sueños en realidades. ¡A trabajar por un futuro mejor, hermanos!
